Actividad Parlamentaria

Parlamento Vasco

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"LA OTRA VISIÓN DE EUSKADI". Club Siglo XXI

Señoras y señores, amigas y amigos:
Quiero comenzar mi intervención agradeciendo al Club Siglo XXI su generosa invitación para participar en el programa de conferencias previsto para este año 2002. Es un honor, para mí, poder hablar desde esta tribuna, la misma desde la que han formulado sus reflexiones insignes figuras de nuestra sociedad, contribuyendo, con sus aportaciones, a hacer de este foro un punto de encuentro en el que el rigor y el respeto se funden en un abrazo con la pluralidad, la diversidad y la tolerancia.
Les agradezco además, sinceramente a todos ustedes, su presencia y su generosa atención hacia quien no es más que un humilde representante de un gran Partido. Un Partido solidamente arraigado en el País Vasco, que ha ejercido y quiere seguir ejerciendo un protagonismo político relevante, con vocación de liderazgo y que quiere ser alternativa de gobierno en Euskadi.
Por eso quiero que este agradecimiento sea en nombre de todos mis compañeros, porque seguro que muchos de ustedes, como en otras ocasiones, no han venido exclusivamente a escucharme a mi, sino a expresar su cariño y solidaridad con las Socialistas y los Socialistas Vascos..
Y, por supuesto, un agradecimiento, entrañable, a, Jesús Caldera, que ha ejercido el siempre comprometido y desde luego, noble oficio de presentador con palabras inmerecidas en lo que hace referencia a mi persona y más sabias que las mías, seguramente, en lo político. Pero deseo especialmente, desde esta tribuna, agradecer y reconocer hoy, la labor de todas aquellas y de todos aquellos que, desde su ideología, desde su visión de la existencia, desde su reflexión y desde su trabajo, siguen haciendo creíble y casi posible la Democracia en ese rincón de España del que procedo, en el que me he criado y en el que he encontrado sentido a mi vida y a mi quehacer político: Euskadi.
A todos y a todas, muchas gracias.
Un Partido con historia. Un Partido necesario.
Bien, y empezaré mi ratito de gloria en esta tribuna por decir que me enorgullece representar a un Partido con mucha historia, un partido que ha rebasado, con amplitud, el siglo de existencia. Cofundadores del PSOE y comprometidos a fondo con la realidad española, somos el Partido más antiguo de Euskadi, representamos una cultura, una tradición, unas ideas y un proyecto que, con fuerte arraigo social, han caracterizado y caracterizan, una forma de ser y de sentirse vascos.
Pero los socialistas, además, representamos una determinada visión del país que ha desbordado con creces los intereses partidistas. Por eso, de igual forma que, de la mano de Indalecio Prieto, fuimos los autores del primer Estatuto de Autonomía que entró en vigor en el País Vasco, nuestro papel en los últimos veinticinco años de democracia y autogobierno en Euskadi y nuestro protagonismo han sido de una relevancia que es difícil ignorar.
Un partido como el nuestro no se avergüenza de su historia. Al contrario, la exhibe con legítimo orgullo, consciente de las contribuciones positivas que el socialismo ha aportado a la política vasca. Consciente, igualmente, de que esta historia nuestra, con sus aciertos y sus errores, ofrece una perspectiva y configura unas señas de identidad políticas a las que no estamos dispuestos a renunciar.
Por eso, frente a cierto revisionismo oportunista que cuestiona, el papel y la función que hemos jugado en el pasado reciente, yo quiero reivindicarlo con orgullo. Reivindico la dinámica de cambio que supimos introducir en el País Vasco en la etapa de los Gobiernos de coalición que mantuvimos con el nacionalismo. Una etapa que, con todos sus errores, fue sumamente fructífera para nuestro país, en términos de unidad democrática contra el terrorismo (se firmó el Pacto de Ajuria-Enea), de acatamiento del orden constitucional, de expansión del pluralismo, de moderación de actitudes, de colaboración y cooperación entre el Gobierno Vasco y el Central, de estabilidad de las instituciones, de desarrollo autonómico y de avance económico y social.
Pero igual que reivindico esa etapa de colaboración, quiero reivindicar el acierto que supuso romper con el nacionalismo cuando se introdujo en la senda de Estella y decir también, para que quede claro desde el inicio, que es impensable hoy que la experiencia de colaboración se repita, por ese giro del nacionalismo hacia posiciones soberanistas, maximalistas y excluyentes.
De todas formas, creo que hay tres conclusiones importantes que se puede extraer de esa experiencia política, finalmente malograda:
- La primera, es que la sociedad vasca tuvo oportunidad de ver, y retener en la memoria, que Euskadi puede construirse de otra forma, desde el diálogo democrático, la firmeza contra el terrorismo, la defensa de la legalidad democrática y el espíritu de entendimiento.
- La segunda, que tal posibilidad sólo puede hacerse factible de la mano del Partido Socialista, porque, a estas alturas, resulta a todas luces evidente que, tanto el PNV como el PP se han mostrado incapaces, no ya de alcanzar tal objetivo, sino ni siquiera de proponérselo.
- La tercera, que la construcción de un país integrado, unido en su pluralidad a partir de un consenso democrático básico, sólo podrá hacerse realidad con un Partido Socialista fuerte.
La Euskadi real.
Pero hoy quiero hablar, no tanto del pasado, como de la Euskadi real, de la que sufre el terrorismo y la falta de libertad y también de la que, oculta por el manto de un debate político interminable propuesto en exclusiva por los nacionalistas, tiene, prácticamente, los mismos problemas que se sufren y padecen en el resto de España y de Europa.
Y anuncio que utilizaré en gran parte de mi intervención el soporte de la resolución que las socialistas y los socialistas vascos aprobamos por unanimidad en nuestro último Congreso, porque creo que en ella está reflejado nuestro diagnóstico y nuestra posición ante la complicada situación política por la que atraviesa el País Vasco.
Un País Vasco en el que una apariencia de democracia viva y vigente esconde que, en la práctica, para una mayoría de la sociedad vasca no hay derecho a la vida, ni a la libertad, ni a la integridad física, ni a expresarse libremente, ni a la participación política, ...... Todos estos derechos y libertades nos son negados de facto por la intolerancia y el fascismo de ETA y su entorno radical que hacen que en Euskadi se disfrute de una democracia aparente, pero no real y plena.
Políticos, jueces y fiscales, periodistas, profesores, fuerzas y cuerpos de seguridad, empresarios, ..... todos, amenazados y escoltados en un país que no puede ocultarse bajo el manto de la normalidad.
Porque nuestro problema no es, como quieren hacernos creer los nacionalistas que no podamos decidir nuestro futuro, lo llevamos haciendo desde que se instauró la democracia. Nuestro principal problema, el Problema con mayúsculas sigue siendo el de la falta de libertad que padece una gran parte de la sociedad vasca. Lo era antes del las Elecciones autonómicas y lo sigue siendo hoy.
Porque ETA sigue atentando contra los pilares fundamentales que sostienen cualquier sociedad que quiera seguir llamándose democrática: el principio de representación popular, la libertad de pensamiento y la libertad de expresión y prensa.
El terrorismo impide que se den las condiciones de igualdad política y de normalidad que son fundamentales para que se produzca un auténtico debate democrático.
ETA es el enemigo del país y el país tiene que reaccionar unido contra ETA para salvaguardar su futuro. Y lo que se impone es que todos reaccionemos con el único patriotismo que, a nuestro juicio, merece la pena. El patriotismo democrático. Porque en Euskadi hay que seguir defendiendo la democracia; la democracia que garantiza derechos y libertades que son indivisibles. Porque, como ya hemos dicho en muchas ocasiones, los derechos y libertades o son de todos o no los tiene nadie. Y si unos no pueden moverse en libertad, otros estarán en libertad vigilada porque del totalitarismo nadie puede escapar.
Por lo tanto, todo aquel que quiera recibir, merecidamente, la calificación de demócrata, tiene que tener meridianamente claro que el principal objetivo en el País Vasco, la prioridad absoluta, a la que tienen que estar subordinadas todas las demás, y debe entenderse así, todas las demás, es la lucha por la libertad, la defensa de la democracia plena y el combate a ETA y al mundo que le acompaña y le ampara.
Y aquí hay que instalar una primera idea básica, porque lo contrario, y parece que algunos lo pretenden, nos llevará a la más absoluta desesperanza: Es cierto que en la historia de ETA, nunca, la banda terrorista, había aterrorizado a tanta gente, nunca gente tan diversa se había sentido intimidada y con miedo como en la actualidad, pero nunca tampoco, su poder objetivo había sido tan pequeño. La sociedad vasca, por lo tanto, tiene que creer, tiene que saber, se tiene que instalar la idea entre nosotros, de que se puede derrotar y acabar con ETA, que va a tener un fin real y tangible, y que lo vamos a conseguir.
Y se puede acabar con eficacia policial, con colaboración internacional, con complicidad entre los Gobiernos Vasco y Central y con unidad democrática. La interpretación contraria, la que nos habla de que sólo es posible un final dialogado o negociado con ETA, es la excusa de algunos nacionalistas para salvar la legitimidad de los objetivos políticos planteados por la banda terrorista porque coinciden, en demasiadas ocasiones, con los suyos.
Y por eso no me cansaré de pedir a los nacionalistas, no que renuncien, sino que mientras exista ETA, pongan, antes y por delante, la necesidad de defender la libertad y acabar con el terrorismo que sus pretensiones, simultaneas, de conseguir sus objetivos políticos particulares. Porque quieran o no alimentan el argumentario de los radicales y violentos.
Las falacias nacionalistas
Pero este no es el único argumento nacionalista que hay que desmontar para no caer en la trampa que nos proponen continuamente.
Se nos dice que hay que resolver el conflicto vasco para acabar con ETA. Y nosotros les decimos que en Euskadi existen problemas políticos, como en todas las comunidades y todos los países, pero no existe un conflicto político previo, irresuelto, que justifique el desprecio o la cancelación o la superación del actual marco autonómico, y mucho menos, claro esta, que justifique violencia alguna.
No aceptamos la versión nacionalista de la existencia en el origen de los tiempos de un pueblo oprimido que nunca se insertó por voluntad propia en el entramado institucional de los Estados en los que se sitúa. El pueblo vasco no es, ni puede ser, apelaciones históricas o ámbitos culturales, sino ciudadanas y ciudadanos libres y con derechos: todos aquellos que caben en el ordenamiento jurídico que nos dimos cuando recuperamos la capacidad y la voluntad de ser y decidir en democracia.
Claro que hay problemas, y algunos importantes, pero deberán abordarse en igualdad de condiciones y oportunidades y en ausencia total de violencia. Nadie puede estar sujeto al chantaje de condicionar su posición política y sus planteamientos por el miedo.
Se nos dice también, o mejor dicho, los nacionalistas nos dicen también que la autodeterminación es la piedra filosofal o el bálsamo de Fierabrás que resolverá todos nuestros problemas. Y nosotros les decimos que es radicalmente falso que las ciudadanas y ciudadanos vascos no tengamos derecho a la libre determinación. Lo tenemos desde que aprobamos una Constitución que garantiza las libertades, los derechos humanos y la democracia. El autogobierno vasco es consecuencia de un proceso de autodeterminación democrática del conjunto de la sociedad vasca.
Por lo tanto, es una irresponsabilidad grave seguir manteniendo un proyecto político sobre esta reivindicación porque está produciendo una deslegitimación constante del entramado democrático y estatutario actual, ya que el Estatuto de Gernika es el punto de encuentro de fuerzas políticas y sentimientos identitarios diferentes de la sociedad vasca y porque para contemplar otro escenario debemos avanzar en ese marco de reglas y derechos.
Por eso nos negamos tajantemente a depositar en una indeterminada y confusa consulta esta cuestión tan importante para el conjunto de la ciudadanía vasca. La autodeterminación, como la plantean los nacionalistas, es la apuesta por la victoria de unos y la derrota de otros, y no estamos dispuestos a permitir esa fractura social.
En cuanto a la soberanía diré que, la sociedad vasca, al aceptar La Constitución y el Estatuto, al desarrollar su actividad política dentro de su marco, ha ejercido así su propia autonomía y su libertad, comprometiéndola a un estado democrático y en un modo de organización territorial del mismo, el estado de las autonomías, así fundó su soberanía.
La Constitución Española se basa en la “soberanía” del pueblo español. Pero sin embargo, la propia Constitución se mueve en el contexto de una comunidad internacional que rápidamente está dejando de ser un rígido sistema de Estados para pasar a un más flexible mundo en el que la soberanía nacional está en un proceso acusado de cambio. La presión para ese cambio en España proviene de arriba (integración regional europea) y de abajo (nacionalidades y regiones). De ahí que esa lógica conduzca, por un lado, a soberanías compartidas no monolíticas y, por otro, a una más flexible articulación interna de las competencias del Estado.
El País Vasco no es una isla en el Concierto Internacional, no tenemos una soberanía anterior ni superior a la que, junto a los otros pueblos de España, hemos configurado en el orden constitucional y estatutario. Pero es que además, ¿qué es la soberanía en el marco global? Si estamos construyendo Europa y Europa es un espacio de soberanías compartidas, el planteamiento de los nacionalistas de soberanía única y ámbito vasco, exclusivo, de decisión no dejan de ser anacronismos que van en contra de la historia.
La única soberanía real es la soberanía individual y el respeto y la defensa de esta soberanía individual es una obligación de todos los seres humanos.
El bloqueo de la política vasca.
Bien, pero que hayamos clarificado la posición de los socialistas sobre algunos de los principios y objetivos de la plataforma nacionalista no quiere decir que hayamos resuelto los problemas que se derivan de una situación política bloqueada.
Y la política vasca está bloqueada porque desgraciadamente asistimos a la confrontación de dos estrategias partidarias, de carácter electoral, que buscan votos en lugar de buscar soluciones desde el necesario entendimiento. Lo que manifiesta una irresponsabilidad extraordinaria, sobre todo, cuando estamos hablando de los dos partidos que tienen la responsabilidad de gobernar.
Y, por un lado, tenemos a un Partido Nacionalista Vasco que, como su objetivo es seguir obteniendo votos de la bolsa electoral de Batasuna, no duda en radicalizar su discurso, haciéndolo más y más nacionalista, olvidando que lo que necesita el país es más democracia y no más nacionalismo.
Y, por otro lado, a un Partido Popular que tampoco dudará en utilizar al País Vasco para seguir ganando elecciones en España (cosa que espero y trabajaré para que no consiga en las próximas). No se trata de una competición para saber quien es el campeón del mundo de la firmeza frente a ETA o frente al nacionalismo, por muy rentable que le sea a uno, se trata de que cada uno asuma sus propias responsabilidades y aporte soluciones reales y eficaces a los problemas que tenemos.
Y eso no se consigue, desde luego, con la confrontación del todo, por el todo y para todo, que nos lleva a hacer política desde las trincheras, ante la mirada atónita de una sociedad que demanda justo lo contrario.
Por eso el Partido Socialista de Euskadi va a trabajar para volver a convertirse en la pieza clave de la reconducción de la política vasca. En la piedra angular de la recuperación del diálogo y el entendimiento de los demócratas frente a ETA. En el protagonista de un proyecto de país construido desde la integración social y no desde el enfrentamiento identitario. En el agente activo de la superación de una comunidad dividida y fracturada por territorios o ideologías y construida, por el contrario, sobre consensos amplios y renovados.
Durante demasiado tiempo el PNV y el PP nos han estado apremiando para que apoyemos a uno u otro partido, con el argumento de que tenemos la obligación de definirnos. Los socialistas creemos que, por el contrario, ya va siendo hora de que ambos partidos sean los que se definan con respecto a lo que nosotros defendemos.
Porque nosotros ya estamos definidos. Nuestra política parte de una estrategia de unidad democrática para recuperar un país atemorizado, defraudado y sin pulso. Un país con futuro incierto, que reclama un liderazgo institucional que brilla por su ausencia.
Ahora está por ver si el PNV y el PP están dispuestos a acompañarnos en la puesta en práctica de esta estrategia, teniendo en cuenta que, únicamente, la acción del Partido Socialista, es la que la está haciendo posible.
Por eso, los socialistas, que vamos a poner todo nuestro empeño en cambiar esta situación, entendemos que el único método de convivencia política posible en el País Vasco pasa por la aceptación y el compromiso en cuatro grandes principios:
1º.- Que no hay ninguna razón para la violencia. El terrorismo de ETA es radicalmente totalitario y fascista. Los partidos democráticos debemos estructurar una plataforma de unidad y defensa del estado de Derecho y dirigir la estrategia de la paz.
2º.- Que el Estatuto y La Constitución son el marco político democrático que nos dimos libremente. Responde a nuestra voluntad democrática. No arrastra ningún déficit ni de origen, ni de contenido y tiene en su seno las reglas y los procedimientos para su evolución y su perfeccionamiento. Estas reglas deben ser siempre respetadas.
3º.- Que Euskadi es una sociedad de pluralidad cultural y política. Sólo desde el reconocimiento del pluralismo y la integración es posible construir su futuro. Todos debiéramos combatir cualquier proyecto o iniciativa de carácter excluyente, impositivo o etnicista que vulnere los derechos humanos individuales y los derechos políticos iguales de todos los ciudadanos y ciudadanas.
4º.- Que todos los proyectos políticos democráticos pueden y deben tener libre expresión en la democracia vasca, en nuestro pluralismo constitucional y estatutario.
Pero no quiero quedarme exclusivamente en el enunciado, quiero explicar que significan, y qué hay que hacer para avanzar en cada uno de ellos.
Por ejemplo, la unidad democrática contra el terrorismo habrá de basarse, antes que nada, en un acuerdo sobre el valor supremo de la vida de las personas y la libertad de los ciudadanos. Nada justifica, en una sociedad democrática, que nadie disponga por su cuenta de la vida o de la libertad ajenas. Quién no acepte este principio, no puede ser admitido al diálogo que busca la libertad.
La unidad democrática contra el terrorismo requiere también un acuerdo sólido sobre la naturaleza del terrorismo concreto que se ejerce en nuestro país. Resulta imprescindible reconocer a este respecto que la violencia ETARRA no hunde sus raíces en un conflicto político que nuestro sistema democrático hubiera sido incapaz de resolver, sino que obedece a la actitud totalitaria y excluyente de quienes lo ejercen y promueven. El terrorismo ETARRA no es, por tanto, rechazable sólo porque mata, que ya sería bastante, sino también porque pretende imponer un proyecto que, en su misma naturaleza, es incompatible con la democracia, toda vez que se basa en una concepción esencialista y etnicista de la nación vasca, despectiva de las voluntades individuales de sus ciudadanos.
De este diagnóstico, que necesita ser común, deben extraerse tres conclusiones que los socialistas consideramos fundamentales:
1) Que la lucha contra el terrorismo de ETA ha de constituir la prioridad absoluta de cualquier gobierno. En esta materia ha de superarse la dialéctica gobierno-oposición y funcionar bajo la idea del gobierno de todos.
2) Que siendo el terrorismo un ataque al sistema democrático, sus víctimas deben tener la consideración de víctimas de la democracia. Las instituciones, en primer lugar, y toda la sociedad democrática, después, habrá de tenerlas como propias y prestarles el máximo de protección y amparo.
3) Que planteado el terrorismo en términos de totalitarismo frente a la democracia, ha de quedar radicalmente excluida, como mecanismo de resolución, tanto cualquier negociación en torno a un supuesto conflicto político no resuelto, como cualquier alianza con él para facilitarle la consecución de sus objetivos. Frente al terrorismo sólo cabe la victoria del sistema democrático sobre sus medios criminales y sus fines totalitarios.
Y quiero decir que algún avance ha habido, en estos últimos días en este sentido. Porque, como saben, por iniciativa de los socialistas, el Lehendakari Ibarretxe convocó el 22 de Febrero, por primera vez desde que se rompiera la Mesa de Ajuriaenea, a todas las Instituciones y Partidos democráticos.
De esa primera reunión salió el compromiso de avanzar en la búsqueda de acuerdos en tres direcciones: en materia de seguridad y mejora de las condiciones para la elaboración de listas municipales; en la puesta en marcha de una gestora para el Ayuntamiento de Zumarraga y en la elaboración de un manifiesto que, desde EUDEL, la Asociación de Municipios Vascos, condenara la violencia, se solidarizara con los Cargos Públicos amenazados y supusiera la base por la cual, su no aprobación por parte de algún partido, impidiera el llegar a ningún tipo de acuerdo políticos con él.
Y, afortunadamente, a día de hoy, a pesar de altibajos, rifi-rafes y parones, podemos decir que la gestora de Zumarraga empieza mañana mismo a funcionar, hay un acuerdo en EUDEL que condena explícitamente el terrorismo de ETA, que pondrá en marcha foros municipales de solidaridad con los amenazados, que defiende la pluralidad del país como un valor, que reconoce y respeta las reglas de juego del Estado de Derecho y que aislará en el futuro a quien no lo suscriba, y todos estamos pensando en Batasuna.
Por lo tanto, aunque tímido, debemos reconocer que se ha dado un primer paso en la unidad democrática y que debemos seguir cuidando ese camino que hasta ahora estaba cortocircuitado y únicamente atendido y propiciado por los socialistas.
Y ahondando en esto es necesario decir que, para los socialistas, la unidad democrática frente al terrorismo exige que los partidos y las instituciones mantengan comportamientos claros y coherentes respecto a Batasuna. Los partidos debemos acordar la negativa a cualquier tipo de apoyo o relación institucional con ellos, lo que lejos de victimizar a Batasuna contribuirá a hacerla más consciente de su aislamiento y de su incapacidad para hacer política mientras no se desvincule de la violencia.
Y, en este sentido, entronco esto con nuestra posición en relación la modificación de la Ley de Paridos Políticos, en la que los socialistas vamos a ser firmes en la defensa de una serie de principios.
Primero el principio que debe impulsar la modificación de la Ley: No puede haber en democracia, formaciones políticas, que amparándose y burlándose del propio sistema democrático lo que hagan sea dar cobertura, financiar o procurar la comprensión social del terrorismo. Eso es atentar contra la democracia y la democracia se tiene que defender.
Y para eso queremos que el Poder Judicial disponga de un instrumento legal que le permita actuar contra una formación política que propugne o ampare la violencia.
Y queremos hacer la mejor ley, que contenga todos los principios y garantías constitucionales, para evitar que posibles recursos ante el Tribunal Constitucional o ante Europa, acaben dando la razón y, por lo tanto, oxigenando a los violentos, y, para evitar también, que nadie pueda utilizarla para atacar a otras fuerzas políticas.
Y además queremos que se busque el mayor consenso posible para su aprobación, ya que se trata de una ley básica en toda democracia y debe contar, como la actual, con el mayor grado de acuerdo posible, haciendo el esfuerzo necesario por incluir en él a todos aquellos partidos que siempre han demostrado su disposición favorable a legislar en contra del terrorismo.
Esta propuesta de modificación de la Ley de Partidos nace del acuerdo que, los socialistas, el gobierno del Estado y el Partido Popular suscribimos a finales del año 2000 por las Libertades y contra el Terrorismo. Es un pacto por la democracia, que expresa la firme resolución de quién hoy gobierna y puede gobernar en el futuro, para impedir que la estrategia del terror y el chantaje de la violencia triunfe, al tiempo que reforzamos nuestra unidad para defender el derecho de todos los vascos y del resto de los españoles a vivir en paz y en libertad. Este pacto era y es necesario mientras persista la violencia, y los socialistas lo apoyaremos decididamente hasta el fin de ETA.
Pero este era un acuerdo que también proponía sacar el problema del terrorismo de la legítima confrontación política que puede darse entre partidos diferentes, entre Gobierno y oposición, porque este debate, esta pelea, beneficia exclusivamente a la banda terrorista. Y, sin embargo, tengo que decir, que, en demasiadas ocasiones, vemos como el Partido Popular, sigue utilizando este asunto, no sólo para atacar a ETA, ni siquiera a los nacionalistas, sino también al Partido Socialista y eso es jugar sucio y alejado del espíritu de ese acuerdo.
Luchar contra ETA en todos los frentes.
Pero son más las cosas que tenemos que poner en marcha en el País Vasco y mayor el empeño que tenemos que poner para conseguir entendimientos en cuestiones que son básicas, por ejemplo:
Algo funciona mal en el País Vasco cuando 18.000 jóvenes acampados en uno de nuestros municipios, hace unas semanas, se mostraban dispuestos a dar un paso para recurrir a la violencia.
Conocer esto, hace absolutamente necesario poner en marcha una ofensiva ideológica y cultural, desde la democracia, contra los presupuestos totalitarios que alimentan ese clima de violencia. Es necesario impulsar una política de recuperación cultural y educativa, de movilización social, de regeneración ética y de extensión por el conjunto de la sociedad vasca, particularmente entre los más jóvenes de los valores de la democracia.
Hay que tomar medidas y adoptar programas específicos en el sector educativo, para que la educación en el País Vasco sirva como vehículo transmisor de conocimientos pero también de valores como la tolerancia, la convivencia, la pluralidad y la solidaridad. Una educación para la paz y la convivencia en sociedad es un paso fundamental para empezar a construir una sociedad basada en el respeto y en la normal convivencia social.
Hay un proyecto totalitario y excluyente que se pretende imponer mediante la amenaza terrorista y frente a ello sólo podrá ser efectivo el compromiso unitario de todos los demócratas a favor de la pluralidad.
Nuestra Comunidad es un mosaico de identidades y sentimientos políticos. Un equilibrio difícil entre territorios, una, a veces, conflictiva coexistencia de idiomas y culturas, de tradición y modernidad, urbano y rural, de versiones históricas antagónicas y de adhesiones, también a veces, excluyentes. Y la violencia de ETA es también una violencia contra la pluralidad porque es la que impide sus propósitos.
Y los Socialistas Vascos vamos a seguir defendiendo, por encima de todo, esa diversidad de identidades, de maneras de ser y de sentirse en nuestra tierra, de referencias institucionales, de pluralidad de orígenes y apellidos, de nombres euskaldunes o castellanos. Vamos a seguir reivindicando la igualdad cultural de todo y de todas las expresiones artísticas se hagan donde se hagan y las hagan quienes las hagan. Vamos a seguir defendiendo el castellano y el euskera como idiomas propios.
El País Vasco necesita un Pacto de Pluralidad que exige que el nacionalismo renuncie a imponer una nación de nacionalistas y acepte hacer un país de ciudadanas y ciudadanos iguales. Que renuncie a la concepción esencialista del pueblo vasco, como si se tratara de un ente histórico prefigurado y preexistente y que acepte, por el contrario, que el pueblo vasco somos todos los ciudadanos y ciudadanas presentes que nos expresamos a través del cuerpo electoral. Que renuncien a cualquier tentación homogeneizadora y acepten la pluralidad en toda su profundidad, asumiéndola como un valor y no como un problema.
La Constitución y el Estatuto.
Nuestro patriotismo se basa en la idea de que únicamente la cultura plural y democrática garantiza la supervivencia de cualquier país. Por eso, el nuestro es, prioritariamente, un patriotismo asentado en derechos y valores democráticos compartidos por las ciudadanas y ciudadanos y en la legalidad democrática que los ampara y reproduce. Derechos, valores y legalidad democrática que, en Euskadi, deben ser activamente defendidos frente a quienes los socavan, destruyendo así, el país y sus instituciones.
Es en este contexto es en el que reivindicamos y nos reclamamos en el constitucionalismo y la defensa del Estatuto como una especie de cielo protector de derechos y de normas, de valores y de fines que configuran nuestra convivencia y aseguran nuestra libertad.
La legitimidad democrática de la Constitución y el Estatuto debe de quedar fuera de toda duda o matización. No cabe denunciar o sugerir ningún tipo de déficit de legitimidad democrática en nuestro sistema constitucional o estatutario. Cualquier insinuación en contrario contribuye objetivamente a alimentar argumentos del razonamiento de los terroristas.
Pero quiero aclarar que, ser constitucionalista no significa en modo alguno renunciar a la diversidad. Se equivocan quienes ven en la pluralidad del constitucionalismo vasco peligro o amenaza y quienes mantienen en sus análisis un esquema simplista de buenos y malos, de fortaleza o debilidad.
El constitucionalismo vasco es plural y diverso, y sería un error obviar su diversidad para presentarlo como un bloque monolítico del que se excluya todo lo que se aparte de las consignas del gobierno de turno.
Los socialistas creemos, también, en el Estatuto. Siempre hemos creído y hemos sido leales impulsores de su creación y de su desarrollo. Por eso nos preocupa que este desarrollo no haya culminado tras más de veinte años de su aprobación en Referéndum. Es hora de hacer un esfuerzo conjunto para culminar este proceso.
Debemos hablar y acordar sobre cómo culminar las transferencias pendientes, sobre cómo debemos adaptar el entramado institucional al estado autonómico, sobre cuál es la singularidad estatutaria en relación con el modelo de Estado.
Pero a pesar de lo que falta por hacer hay cuatro apreciaciones que son incuestionables:
1ª.- Que los vascos nunca hemos tenido tanto autogobierno como el que se ha generado con este Estatuto.
2ª.- Que no hay ninguna región, o nacionalidad o comunidad autogobernada que tenga tanta autonomía como tiene Euskadi.
3ª.- Que las principales actividades públicas, las que afectan más a la ciudadanía porque responden a servicios públicos esenciales, están en manos del Gobierno Vasco y se ejercen desde el autogobierno pleno que nos da el Estatuto.
4ª.- Que la aplicación durante los últimos veinte años del Concierto Económico (asumido por todos los españoles) ha permitido al País Vasco, salir de la crisis industrial de los 80, modernizar las infraestructuras y el aparato productivo y alcanzar un alto grado de cohesión social como consecuencia de un importante esfuerzo en políticas redistributivas.
Pero para seguir avanzando los socialistas proponemos concluir en esta legislatura la definición y culminación de las transferencias pendientes. El acuerdo suscrito por todas las fuerzas políticas en el Parlamento en 1.995 debe guiar esta negociación, pero, aclaro, sin aceptar que nadie pretenda erigirse en único intérprete de un documento suscrito y consensuado que contiene materias de carácter diferenciado y de muy distinta naturaleza jurídica.
Es decir, los socialistas apostamos por una negociación posibilista y no maximalista, porque estamos hablando de que, junto con materias que no ofrecen lugar a dudas en cuanto a la titularidad de la competencia, existen otras de indudable complejidad jurídica y técnica, y unas terceras que, por su titularidad estatal, sólo pueden ser traspasadas a Euskadi en virtud de un proceso de delegación de competencias.
Y no se puede poner todo, interesadamente, en el mismo saco. Porque no olvidemos que tras algunos problemas atascados, como las transferencias en materia de empleo y seguridad social, subyacen problemas de principio sobre las que existen claras diferencias y no voluntad de incumplir el Estatuto como nos suelen acusar los nacionalistas.
Pero también queremos decir al Partido Popular que no se puede seguir racaneando con las transferencias pendientes, que lo que, por justicia y por estar contenido en el estatuto, corresponde al País Vasco, no puede estar sujeto a la conveniencia exclusiva de su voluntad partidaria, porque lo único que consiguen es aumentar la capacidad, ya de por si enorme, de los nacionalistas de jugar a las víctimas frente a un Madrid opresor y generar un clima de malestar en este sentido.
Y tampoco compartimos la idea nacionalista de que la generalización autonómica haya frustrado el modelo. Primero porque la autonomía vasca ha servido para que otros tengan lo que considerábamos bueno para nosotros y segundo porque la generalización no ha cuestionado nuestras singularidades como el Concierto, la Ertzaintza, y tampoco ha limitado nuestras competencias.
Ahora bien, los Socialistas Vascos queremos también ofrecer soluciones a los bloqueos y desacuerdos autonómicos actuales, y en tal sentido defendemos:
La reforma del Senado, de acuerdo con la propuesta del PSOE, para establecer la representación directa de senadores elegidos por las cámaras autonómicas y la participación de los gobiernos autonómicos.
 
 
La búsqueda de un sistema de representación de las Comunidades Autónomas dentro de la delegación española ante la Unión Europea, permitiendo su participación directa en los casos en que se discutan asuntos que afecten a sus competencias, sin cuestionar que es el Gobierno de España quien encabeza y dirige esa representación.
 
 
La búsqueda de mecanismos de arbitraje que impidan el alto volumen de judicialización en las relaciones entre el Estado y las Comunidades Autónomas.
 
 
La defensa y ordenación en el seno de la política exterior española, de la cooperación interregional de las Comunidades Autónomas. Esta cooperación se daría entre regiones europeas fronterizas que puedan representar problemática comunes en temas sociales, culturales y económicos como por ejemplo las relaciones Euskadi-Aquitania, o también las de Andalucía-Algarbe.
Pero es evidente que, esta oferta, apenas esbozada, de desarrollo y perfeccionamiento autonómico debe inscribirse, necesariamente, en un pacto de lealtad a nuestro orden democrático. Los Socialistas Vascos queremos reiterar nuestra esperanza en este modelo, queremos desarrollarlo y queremos proponer al conjunto de las fuerzas políticas vascas la participación en este entramado territorial para garantizar nuestra singularidad en un horizonte federal del Estado.
Reestructurar la organización política del Estado-Nación, en el marco de la creación de nuevos espacios supranacionales y en el proceso de adelgazamiento de lo público, en plena ofensiva neoliberal, son tareas que exigirán una profunda reflexión política y una reivindicación más urgente y necesaria que nunca de la política misma.
En ese contexto, el federalismo parece la fórmula más razonable para ilustrar y orientar las soluciones que cada caso merezca. Y me explico para no asustar: Federalismo es unión, lealtad y libertad, es autonomía en cooperación. Federalismo es la manera política más ingeniosa de hacer compatible subsidiariedad e identidad con cohesión. Federalismo son soberanías compartidas sometidas a un orden jerárquico y organizado de decidir en un marco de cooperación y no de competencia. Federalismo es hacer compatibles espacios concéntricos de organización territorial del poder político a través de un orden constitucional basado en una cultura y unos principios de respeto mutuo y de colaboración desde la autonomía.
La construcción social.
Pero decía al inicio que también quería hablar, aunque sea muy brevemente, de la Euskadi real que en demasiadas ocasiones está oculta bajo el manto de un debate político virtual puesto encima de la mesa por los nacionalistas, como si en nuestra Comunidad no existiera pobreza, marginación, desempleo, inmigración o exclusión.
La principal preocupación de las ciudadanas y ciudadanos vascos, además de la violencia y la falta de libertad, no es saber si hoy son más soberanos que ayer o están más autodeterminados, o se van a mover en un ámbito vasco exclusivo. Les preocupa, lo mismo que al resto de las ciudadanas y ciudadanos españoles. El trabajo, la precariedad laboral, la calidad de la enseñanza o la sanidad, la calidad de vida.
Todo ese debate político recurrente, en el que los nacionalistas nos han envuelto durante años trata de ocultar, entre otras cosas, por ejemplo, que la cesta de la compra ha subido en Euskadi mucho más que en el resto de España, que tenemos la vivienda más cara de toda la península, que vamos perdiendo, a pasos agigantados, puestos en el ranking de las provincias españolas en las que mejor se vive, que en escasos kilómetros, las diferencias entre zonas diferentes de una Comunidad tan pequeñas son enormes, como así lo atestiguan todos los índices sociales, de paro, de salario social, de pobreza; y así no se vertebra ni se cohesiona un país.
Y los socialistas queremos poner, vamos a poner, por encima de la construcción nacional, la construcción cívica y social que es la única que nos puede hacer más iguales. Nos proponemos liderar un proyecto para los ciudadanos y ciudadanas de carne y hueso y no para la Euskadi étnica y de la limpieza de sangre. Un proyecto que conecte con las preocupaciones de la gente normal.
Los Socialistas Vascos, al igual que los del resto de España y de Europa, tenemos que ofrecer soluciones a los problemas actuales, sin hacerlo con recetas del pasado porque seguramente fracasaríamos, tenemos que hacer un esfuerzo de adaptación de nuestra forma de hacer política con más cercanía y más contacto con la sociedad, transformando también nuestro partido para que sea un instrumento útil que permita defender con eficacia un programa y un proyecto que consiga el respaldo de la mayoría social.
No podemos olvidar que vivimos en un mundo cada vez más interrelacionado y que nosotros fuimos el primer movimiento internacionalista de la historia, por eso la globalización, con sus ventajas y sus inconvenientes, tenemos que afrontarla adoptando medidas que permitan trabajar para avanzar en la lucha por la libertad, la democracia, la dignidad y la igualdad en todas las partes del mundo.
Para que acabemos de abandonar el aislamiento miserable que nos empequeñece y dediquemos nuestros esfuerzos a hablar de lo que preocupa a las fuerzas progresistas de España y de Europa en la época de la globalización que estamos viviendo.
O ¿no podemos, desde Euskadi, demandar a la Unión Europea que sea más Europa y menos estados miembros?, que fundamente sus políticas en la participación democrática, que apueste decididamente por el empleo y la cobertura social, que sea solidaria con el resto del mundo, con los inmigrantes que llegan buscando mejores condiciones de vida, que adopte y exija el cumplimiento de las normas laborales decididas por la OIT, que practique y propague un comercio con normas sociales y laborales, que frene y modifique, en definitiva, el proceso actual de globalización al servicio de los intereses de los más poderosos en detrimento de la inmensa mayoría de la población del planeta.
Lo podemos demandar porque, en el fondo, la Europa que necesitamos para hacer frente a la globalización es la misma que necesitamos para resolver los problemas de la sociedad vasca.
Sino, en Euskadi acabaremos por soportar la crisis de la crisis. La crisis de la libertad y la crisis de la igualdad sometidos a la dictadura del terror y a la dictadura del mercado.
Termino. Los socialistas vascos estamos empeñados en defender un proyecto propio, que, sin ir de la mano de nadie, potencie la igualdad política y la igualdad social, por estar basado en la soberanía concreta de las ciudadanas y ciudadanos vascos, tal y como se recoge en la Constitución y el estatuto de Autonomía. Y a ese empeño invitamos a toda la sociedad vasca, para ganar la libertad y para hacer posible el cambio en Euskadi.
Muchas gracias.

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