Pastorren hitzetan, PSE-k "batzen gaituena bilatuko du, eta ez banatzen gaituena"
Bere ustez "neurrigabeko adierazpenen" garaia atzean geratu da eta EAJ-k egoerak agintzen duen bezala jokatuko duela espero du
VITORIA - GASTEIZ Señoras y señores parlamentarios: Todos demócratas Quiero iniciar mi intervención manifestando en primer lugar mi satisfacción porque en esta cámara, surgida de la voluntad de los vascos, todos los parlamentarios seamos personas comprometidas con la democracia. Que quienes ocupamos estos escaños defendamos todos, sin excepción, la libertad de opinión de los demás por más que representemos, como es lógico, opciones políticas diversas e incluso antagónicas. Creo que es motivo para felicitarnos que la normalidad democrática, que se abre paso cada día en Euskadi, se haya instalado definitivamente en esta Institución. Este es un país castigado por el fanatismo hasta el punto de que algunos han llegado a considerar la amenaza y la muerte del oponente como una herramienta más de la acción política y en donde ha habido otros que han preferido ver la violencia terrorista contra el ajeno como una característica del paisaje. Afortunadamente, eso ya no ocurre en este Parlamento. Es una buena noticia para todas las personas que nos sentamos en esta cámara y también lo es para el pueblo vasco al que hemos venido aquí a representar y a servir. Creo que la ausencia de los grupos que han apoyado o disculpado o comprendido el terrorismo es un síntoma de que empezamos esta legislatura con mejor pie, que tras las elecciones del pasado 1 de marzo hemos dado un gran paso en la normalización de Euskadi. Legitimidad Esta es una sesión de investidura y, por lo tanto, los dos candidatos que optan a ser lehendakari nos han venido a exponer hoy cuál es la visión de cada uno de ellos, sus proyectos, sus prioridades y sus propuestas para dirigir el Gobierno de nuestra comunidad autónoma. Ambos pretenden legítimamente obtener el apoyo de la mayoría de los miembros de esta cámara y será quien la obtenga quien resultará designado hoy Lehendakari. Porque es a este Parlamento y a nadie más, a quien corresponde esa función, de igual forma que sucede en todas las democracias parlamentarias del mundo. Temo que en mi intervención de hoy me vayan a escuchar ustedes decir bastantes cosas que deberían resultar evidentes, como ésta que acabo de explicar, pero no sé si por la idiosincrasia de la política vasca o por la de algunos de sus representantes, me disculparán ustedes si me empeño en repetir algunas certezas para así compensar otras falsedades interesadas que últimamente hemos venido escuchando. Dos proyectos Estamos, señoras y señores, ante dos candidatos con dos proyectos, ambos perfectamente legítimos. Sin embargo, estamos ante dos proyectos bien diferentes: El señor Ibarretxe propone la continuidad de un modo de hacer política que los socialistas consideramos completamente acabado. Frente a esa concepción exclusivista, a la que la diversidad de la sociedad vasca le resulta incómoda, el candidato que presentamos los socialistas entiende la diversidad como un valor que debemos defender y no como una dificultad que habría que superar. Tenemos que escoger hoy entre dos concepciones antagónicas, la de quien piensa en los vascos como un bloque monolítico, atenazado por una concepción cerrada de lo que significa formar parte de un pueblo y otra concepción, representada por Patxi López, que entiende a la sociedad vasca como una nación de ciudadanos libres y diferentes, con opiniones políticas y sentimientos de pertenencia múltiples, que no están sometidos a ninguna forma correcta de ser vascos pero que forman, sin embargo, una sociedad que se reconoce a sí misma como sujeto político y como entorno de convivencia. Ciudadanos y ciudadanas que formamos una nación cívica que se apoya en la ley, en la libertad de todos y en el respeto por los demás. El candidato socialista nos propone una forma de entender el país que valora lo que a todos los vascos no une y que manifiesta su respeto por la voluntad colectiva de vivir juntos mediante el acuerdo. Legalidad y lealtad Y esa voluntad de acuerdo no solo se manifiesta en la vida cotidiana sino que también lo hace en las normas y leyes que los vascos nos hemos dado a nosotros mismos. Esas normas y esas leyes que han hecho realidad la existencia misma de un cuerpo político que se llama Euskadi, que se llama País Vasco. La más importante de estas normas, aunque no la única, es, por supuesto, el Estatuto de Gernika. Este Parlamento, el que han elegido los ciudadanos y ciudadanas el pasado día 1 de marzo y todos los anteriores, así como el Gobierno cuyo lehendakari vamos a elegir hoy, y todos los Gobiernos anteriores son, precisamente, consecuencia de que los vascos nos hemos dado una herramienta de convivencia común, hemos hecho una manifestación de nuestra voluntad de ser una comunidad política, hemos hecho un pacto cívico que toma forma y se expresa en el Estatuto. La lealtad a ese pacto estatutario y al resto de las leyes que de él dimanan es la base misma de la normalidad. Como decía Cicerón “Seamos siervos de las leyes para poder ser libres”. Así lo entendemos también los socialistas y no solo nosotros, afortunadamente. Soy consciente de que existen concepciones de lo que es el pueblo vasco que se apoyan en realidades culturales, sentimentales, territoriales y hasta mitológicas. El ser humano tiene una inmensa capacidad para la creación de realidades individuales y colectivas, siempre valiosas. Pero, señoras y señores, este Parlamento que ustedes forman es la sede de la política. Es la casa que entiende y que atiende la cosa pública, el lugar en el que se manifiesta la voluntad general. Con ese aval, nos corresponde a nosotros tomar las muchas e importantes decisiones que se refieren al marco legal y estatutario que los vascos nos hemos dado. La primera de todas será, hoy mismo, la de elegir entre nosotros al próximo Lehendakari y, más adelante, nos corresponderá controlar el funcionamiento y la gestión de su Gobierno. Es una enorme responsabilidad, sin duda, que estoy seguro que todos y todas ejerceremos con pasión y con responsabilidad. Pero no nos corresponde a los miembros de esta cámara, ni al Lehendakari que elijamos hoy, ninguna tarea relacionada con la formación de conciencias ni con la construcción de nada distinto a lo que los vascos han querido compartir. No se trata de gobernar contra nadie, sino en defensa de todos. Se acabaron los frentes y las trincheras. Los ciudadanos vascos no nos han elegido para que les digamos cuáles deben ser sus sentimientos, ni qué idioma deben hablar, ni lo que deben opinar. Los parlamentarios estamos aquí para legislar sobre la realidad política vasca que todos los ciudadanos y ciudadanas de Euskadi compartimos y no para construir una realidad política nueva según los deseos o las opiniones de cada uno de nosotros. A partir del pacto que el Estatuto sanciona, toda discrepancia y todo acuerdo es posible, no solo posible, sino perfectamente legítimo. El respeto al Estatuto y a la Ley como marco político y de convivencia es el suelo a partir del que se debe construir cualquier alternativa. Fuera del Estatuto, fuera de la lealtad al pacto entre vascos que en ese texto se establece, no es posible construir ninguna alternativa. Los Gobiernos de Ibarretxe Desgraciadamente, esto que los socialistas tenemos tan claro no ha sido lo que ha marcado la actuación del anterior Gobierno. Por el contrario, la forma de entender la política que el hoy candidato nacionalista ha demostrado durante el tiempo en que ha presidido el Gobierno Vasco ha pretendido ignorar los límites que todo ejecutivo democrático tiene establecidos, despreciando en nombre de la opinión particular de unos, los principios básicos que compartimos todos. Confundir los sueños particulares con las obligaciones del cargo ha sido el origen de la mayor parte de las actuaciones erróneas, excluyentes y sectarias de los Gobiernos del anterior lehendakari. Los Gobiernos que presidió el candidato nacionalista despreciaron y destruyeron el consenso y el acuerdo entre diferentes que había sido la norma, la afortunada norma yo diría, de los ejecutivos que le precedieron. La pretensión de imponer a toda costa su particular visión de lo vasco ha sido a lo que más esfuerzos se han destinado en los últimos 10 años hasta el punto de que se consiguió transformar la tenacidad en obstinación, la búsqueda de un objetivo en obsesión, la convicción en fanatismo, la firmeza en intolerancia, el optimismo en autocomplacencia ya así hasta para caer en un ensimismamiento cada vez más acusado. Pero lo peor de todo ha sido que hemos tenido ejecutivos que, desde una posición minoritaria, se han permitido desautorizar el Estatuto mismo y las demás normas básicas sobre las que se sustentaba su misma existencia como órganos de Gobierno. Hemos sufrido en este país ejecutivos que se ocupaban prioritariamente de su modelo de patria nacionalista y que pretendían imponer desde el poder la forma de pensar que creían correcta, el idioma que decían correcto, la cultura que estimaban como correcta e incluso su interpretación particular del Estatuto y de las leyes que todos los vascos nos hemos dado. El candidato nacionalista, que descubrió la palabra transversalidad después del 1 de marzo, se presentó a los ciudadanos como el adalid de un proyecto que pretendía aglutinar a todas las fuerzas nacionalistas para avanzar en la construcción de un país a la medida exacta de la mitad de los vascos y en contra de la otra mitad. Con ese mismo programa, que había venido aplicando durante sus mandatos se presentó a las elecciones y con ese proyecto se nos ha presentado hoy en esta sesión de investidura. Cuando uno se aplica, como decía, a lograr sus sueños particulares en vez de hacerlo a las tareas que realmente tiene encomendadas, pasa que se distrae y no puede ser un buen gobernante. Y el Sr. Ibarretxe no lo ha sido. Los vascos hemos tenido con él los Gobiernos más inoperantes de cuantos han existido desde que recuperamos la autonomía. Ha sido asombroso ver un Gobierno que, estando en minoría pese a estar formado nada menos que por tres partidos, actuaba sin embargo como si nada ni nadie le pudiera replicar. Como si el país les perteneciera y, lo que como digo es peor, a veces como si su actuación no tuviese que ajustarse a la Ley. Mientras el hoy candidato nacionalista se entretenía con sus planes y con sus consultas ilegales e ilegítimas, la sanidad vasca, antes modélica, se deterioraba. Mientras gastaba el dinero público en explicar por el mundo sus planes y en buzonearnos a todos los vascos sus propuestas imposibles, la escuela pública más raquítica de España seguía perdiendo alumnos. Mientras se listaban una y otra vez competencias pendientes según su particular y exclusiva interpretación, el talento escapaba poco a poco de nuestras universidades y de nuestras empresas. Y por fin, cuando la crisis nos sorprendió a todos y empezó a golpear con dureza nuestro importante tejido industrial, los vascos tuvimos que oír que estábamos a salvo porque… no sé por qué, tal vez porque éramos vascos. Lo cierto es que nunca supimos qué era lo que teníamos que no tuviesen los americanos, los alemanes o el resto de los españoles. La realidad le era tan ajena al Gobierno que cuando remitió el proyecto de presupuesto en octubre, la señora vicepresidenta presentó los presupuestos “como instrumento para alcanzar el pleno empleo en 2009”. Luego se ha visto cuál es la realidad: nada nos ha protegido de las consecuencias de una crisis que es global y que nos afecta más o menos como a todos. Ese es el candidato que nos presenta hoy el Partido Nacionalista Vasco. Un candidato sin otra idea que mantenerse en el poder a toda costa, que ya nos avisó de que si no le salían las cuentas con tres partidos lo haría con cuatro, que había demostrado durante sus mandatos que no habría tenido empacho ninguno en continuar en Ajuria Enea aunque su Gobierno no hubiese podido aprobar ni un solo presupuesto. De hecho, buena parte de sus dificultades derivaban en primer lugar de tratarse de un Gobierno, ese sí, débil y en minoría pero, además, porque se trataba de un Gobierno al que el juego de intereses de sus propios socios le impedía simplemente acordar en su seno cosas tan importantes como la construcción del tren de Alta Velocidad, la Ley del suelo, o los modelos educativos, entre otras muchas. El mantenimiento a toda costa del Gobierno tripartito se hizo rebajando la base y el pluralismo del ejecutivo, respecto de los anteriores, hasta lograr el Gobierno políticamente más inoperante de cuantos en Euskadi han sido, con sus Consejeros trabajando y decidiendo por libre, a lo suyo, mientras el Lehendakari permanecía dedicado en cuerpo y alma a su monotema. Tan encerrado en sí mismo que ni siquiera ha sido consciente de su fracaso político que esta sesión va a certificar. Es claro y evidente que, con sus claroscuros, el candidato nacionalista representa ese ayer del que queremos legítima y naturalmente pasar página. Porque Señorías, nuestra realidad política sólo puede ser comprendida entendiendo lo que dejamos atrás, pero ha de ser vivida mirando hacia delante. El Sr. Ibarretxe es la representación fiel y genuina de una determinada concepción, afortunadamente no única, del nacionalismo que pretende seguir controlando el país aunque para ello haya que vender frustración, explotar el victimismo, deformar la realidad, ser insensible al sufrimiento del vecino, minar la fibra moral de la sociedad y provocar en definitiva una división entre vascos tan artificial como interesada. El apoyo de los socialistas Menos mal. Menos mal, señoras y señores parlamentarios, que en esta cámara hemos estado los socialistas haciendo una labor de oposición claramente constructiva, que hemos sido, nosotros sí, conscientes de que los ciudadanos y ciudadanas de este país no podían permitirse el lujo de tener un Gobierno permanentemente inmóvil, sin estrategia, enfrentado consigo mismo y sin posibilidades de gobernar. Tuvimos que ser los socialistas quienes acordásemos con el anterior Gobierno todas y cada una de las leyes importantes que se aprobaron en esta cámara (La ley de aguas, la ley de suelo, la de ingresos mínimos, el complemento de pensiones, la de inserción social, la de Apoyo a las Familias o la de Servicios Sociales). La excepcionalidad, la no normalidad de la vida política de Euskadi quedaba perfectamente reflejada, entre otras cosas, en esa necesidad permanente de los débiles Gobiernos de Ibarretxe de contar con el apoyo de los socialistas para todo. Un apoyo responsable que obtuvieron por parte de mi grupo por el que, tengo que decirlo, nos hubiese gustado recibir alguna muestra más de agradecimiento y menos desprecios. Alternancia Pero hoy estamos iniciando una nueva etapa. Una etapa de cambio tranquilo, sin ninguna tragedia y sin ningún drama. Es decir sin más tragedias o dramas que los que algunos se quieran contar a sí mismos. Con la elección del Lehendakari, comenzamos hoy una nueva andadura en este Parlamento. Ante nosotros, cuatro años de oportunidad política para hacer de Euskadi un punto de encuentro en el que la pluralidad de ideas y la diversidad de sentimientos de pertenencia sean asumidos como un factor de enriquecimiento cultural, político y social y que, como tal, sea amparado por las Instituciones Vascas y representado por el quehacer de los miembros de esta cámara. La alternancia es una característica básica de cualquier sistema democrático y su ejercicio no puede considerarse sino como una muestra de salud política. Las respuestas airadas y deslegitimadoras que nuestro candidato ha recibido antes aún de su designación no solo contribuyen al descrédito de quien las emite sino, lo que es peor, al de las Instituciones. No se preocupen, señoras y señores del PNV, estar en la oposición es una forma normal y natural de hacer política. Han sido los votos de los ciudadanos por un lado y su propia incapacidad para alcanzar acuerdos por el otro lo que va a dar lugar hoy a la alternancia. Yo estoy seguro de que el momento de las declaraciones airadas, irresponsables y desmesuradas ya ha pasado y que esta cámara podrá contar con que ustedes estarán a la altura de la dignidad del pueblo vasco que nos ha elegido a todos. Porque todos los miembros de este Parlamento vamos a ser importantes y los votantes esperan de todos, de ustedes también, que ejerzan su labor con responsabilidad y con lealtad a la institución. Espero que sea así. El acuerdo con el PP Todos ustedes saben que los socialistas hemos firmado un acuerdo con el Partido Popular. Un acuerdo para el cambio democrático al servicio de la sociedad vasca. Un acuerdo escrito. Con luz y taquígrafos, que toda la sociedad conoce y que va a constituir un sólido cimiento para el próximo Gobierno. Un acuerdo que por más vueltas que le han querido dar, no tiene doblez, no oculta nada y al que no es posible encontrarle más pegas que las que cada cual quiera sacar de su imaginación, o de sus prejuicios, nunca del texto mismo. Se dice que algo raro tiene que pasar para que socialistas y populares nos pongamos de acuerdo en esta cámara, mientras nos enfrentamos en el resto de España. Y es verdad. Algo extraño, muy extraño, pasa en Euskadi. ¿Qué es lo que pasa en Euskadi para que aquí sea posible lo que no sucede en otras comunidades autónomas o en la política española? Pues lo que pasa es que los vascos hemos tenido un Gobierno que ha hecho norma de su deslealtad a la Ley. Pasa que hemos tenido un Gobierno que se ocupaba cuidadosamente de diferenciar a unos vascos de otros. Pasa que hemos sufrido el intento de crear un auténtico frente nacional que buscaba la forma de ver cómo construir el país que soñaban en lugar de gobernar el país que efectivamente tenemos. Pasa que con los mismos mimbres del acuerdo de Estella, ese frente nacional procuraba impulsar un nuevo intento de segregación entre vascos. Y pasa que la amenaza contra toda la oposición se ha querido ver como un inconveniente embarazoso en vez de cómo una situación intolerable, que es lo que en verdad es. Y claro. Porque pasan estas cosas tan raras es por lo que cualquiera puede entender por qué razón ha sido posible que los vascos del Partido Socialista y los vascos del Partido Popular hayamos firmado un acuerdo que, como decía, no tiene nada que ocultar y que, es más, podría ser suscrito por cualquier demócrata. Porque vamos a ver. ¿Qué es lo que dice ese acuerdo al que llaman frentista los partidarios del frente nacional y al que se achaca que nos ata de pies y manos a los socialistas? Voy a repasar los puntos que a juzgar por la escandalera que se ha montado son más conflictivos: Empecemos por el primero: “Construir el futuro desde el respeto a la legalidad y a la reglas del juego” y “fortalecer nuestras Instituciones”. ¿Dónde está el problema? ¿Es que alguien puede no estar de acuerdo en el respeto a la legalidad y a las reglas del juego? Como decía hace un momento, algo extraño pasa en Euskadi para que esto tenga que figurar en un acuerdo firmado. Y todo el mundo sabe lo que es. Se dice a continuación que el Gobierno reconocerá “que la sociedad vasca es plural y que quiere seguir siéndolo”. Aquí si que está claro cuál es el problema: Que, como decía al principio, no faltan en Euskadi quienes creen que la diversidad es un problema a solucionar y no una riqueza que proteger. Les diré una cosa, señoras y señores parlamentarios, esto será un problema para quien así piense, no un problema para el Gobierno de Patxi López. Dice el acuerdo también que el Gobierno “acabará con la política de frentes y con las propuestas unilaterales que cuestionen de manera constante nuestro autogobierno y la legalidad”. Miren señoras señores, en una democracia hay libertad para que cualquiera pueda cuestionar las normas y las leyes. Cualquiera menos el Gobierno. Precisamente porque su actuación solo es legítima si se ajusta a esas normas que le dan sentido. En esta misma línea de aparentes obviedades, que serían innecesarias en un país normal, el acuerdo aboga por que el Gobierno “apueste por el entendimiento para unir y cohesionar al país en torno a proyectos compartidos”. Los vascos tenemos proyectos compartidos, por supuesto que los tenemos, somos una sociedad de ciudadanos que, como decía antes, nos reconocemos como miembros de una misma comunidad política, que hemos hecho una apuesta por la democracia, por el autogobierno, por la libertad de expresión, por la convivencia en paz. Esos valores, entre otros, que los vascos compartimos, son la base de nuestra convivencia y tienen que ser los valores que el Gobierno apoye y fortalezca. Por supuesto que sí. Las preferencia ideológicas de cada cual son perfectamente legítimas pero no lo es que se pretendan imponer a los demás. Ni las mías como socialista vasco ni las de la señora presidenta de esta cámara ni tampoco las de ustedes los representantes del nacionalismo. Por eso, el Gobierno del próximo Lehendakari se va a comprometer a promover el diálogo sobre lo que nos une, que es mucho y muy importante, en lugar de rebuscar lo que nos separa. No entiendo que alguien que crea en la democracia pueda poner pero alguno a lo que el acuerdo dice en materia de defensa de las libertades contra el terrorismo: “Aplicación de la legalidad y de todos los instrumentos del Estado de Derecho”, “compromiso de que la violencia nunca obtendrá réditos políticos”, “apoyo a las víctimas”, “deslegitimación política y social de ETA” y “respaldo a la actuación de la Justicia”. Como digo, un listado de obviedades que resulta poco menos que asombroso que deban figurar en un acuerdo político, ya que estos puntos elementales deberían ser para todos los que estamos en esta cámara y para todos los ciudadanos y ciudadanas de Euskadi los principios básicos e ineludibles de cualquier política de seguridad en democracia. El acuerdo que los socialistas vascos y los populares vascos hemos firmado dice también que el Gobierno propondrá un plan de choque para hacer frente a la crisis mediante la “convocatoria urgente de los partidos, sindicatos, empresarios, cajas y cámaras de comercio”. Esto sí que es una novedad, lo reconozco, una novedad porque durante los mandatos del Sr. Ibarretxe el diálogo social ha permanecido inédito. El que gustaba de llamarse a sí mismo Lehendakari del diálogo, nunca, jamás, ni una sola vez, se avino a reunir a los representantes sociales para impulsar un acuerdo que contribuyera al desarrollo de la economía y del empleo en Euskadi. No lo hizo cuando la economía iba bien y tampoco lo hizo cuando la crisis se nos echaba encima. Una pena. Una pena porque es posible que este compromiso que hemos adquirido ahora los socialistas tal vez hubiese sido más eficaz si ya hubiese existido un cauce establecido de diálogo social. No pudo ser o no se quiso que fuera. El anterior lehendakari sabrá por qué, pero el resultado es bien visible: En los próximos días los sindicatos del entorno nacionalista promoverán una huelga que no sabemos si es contra el Gobierno que aun no existe o es, por el contrario, una protesta a título póstumo contra el Gobierno que entonces ya no existirá. En definitiva, en este asunto tendremos que empezar de cero en el peor momento, pero lo haremos, que lo les quepa duda, y les diré también que estoy convencido de que el Gobierno de Patxi López encontrará más receptividad de la que algunos creen. Eso sí, también sospecho que en ese diálogo social seguramente no todo el mundo nos dará siempre la razón en todo. Algo lógico en cualquier diálogo pero que creo que era el verdadero obstáculo que el anterior Gobierno no estaba dispuesto a enfrentar y el motivo por el que nunca se estrenó diálogo social alguno. Este diálogo los vamos a ejercer también con el Gobierno de España para “conseguir la transferencia de medios para las políticas activas de empleo”, importantes siempre, pero más aún en estos momentos de crisis. Así lo hemos contemplado en el acuerdo. Yo creo que lo que muchas otras comunidades autónomas ya gestionan no puede ser imposible que lo gestionemos también los vascos. Eso sí, lo que no vamos a hacer es vincular esta transferencia, ni ninguna otra, a reclamaciones imposibles, insolidarias e ilegales como la ruptura de la caja de la Seguridad Social, porque no estamos de acuerdo, por supuesto, pero sobre todo porque en materia de pensiones la solidaridad la estamos recibiendo nosotros de los demás españoles, se lo recuerdo por si aún queda alguien despistado. En torno a los acuerdos que hemos adoptado en materia educativa y lingüística se han centrado muchas de las críticas que hemos recibido y que han pretendido crear una falsa leyenda respecto a este documento de bases para el cambio democrático. Pues bien. ¿Qué es lo que hemos acordado? Muy simple. En esto también vamos a cumplir lo que dice la Ley, en este caso la Ley de la Esuela pública vasca que los socialistas impulsamos en su momento y que esta cámara acordó en su día: “Garantizaremos la libre elección por los padres de la lengua vehicular en la enseñanza de sus hijos”, será “obligatorio el aprendizaje de la otra lengua oficial” y promoveremos, además, “el conocimiento del inglés”. Como ven. Nada que ocultar, nada que esconder y nada que no esté en la Ley. No solo eso sino que, además, nos comprometemos a “garantizar el derecho de todos a relacionarse con las administraciones públicas en cualquiera de las dos lenguas oficiales” y, por supuesto, a “evitar la pretensión de fraccionar la sociedad vasca en comunidades lingüísticas diferenciadas”. Es evidente que este acuerdo tan claro y tan transparente no hace otra cosa que reafirmar lo que dice la Ley. Pero también parte del hecho de que es imposible, y suicida, tratar de imponer el uso de una lengua. Y eso no lo decimos los socialistas, ni los populares sino los expertos más cualificados en materia lingüística, quienes destacan la importancia de la afectividad para el mantenimiento y desarrollo del euskera. El Gobierno de Patxi López buscará la extensión de su conocimiento y de su uso precisamente a partir de las propuestas de quienes mejor conocen su situación, sus fortalezas y también sus debilidades. Vamos a hacer del fomento del euskera un objetivo de todos. Acordando su avance en libertad, con políticas democráticas y con acuerdos amplios. Para que su implantación no genere rechazos, sino adhesiones. Nada se tiene que perder de lo mucho ya avanzado, sino que por el contrario, lo que pretendemos es impulsar una política lingüística más responsable y eficaz, que saque al euskera de la pelea política y lo impulse desde la consideración de que es un patrimonio de todos los vascos. Y voy a terminar con este somero repaso del acuerdo que va a hacer posible el cambio en Euskadi con una referencia, que también ha levantado alguna polvareda, lo que el acuerdo dice respecto a los medios de comunicación públicos: “Garantizar una línea editorial que respete y defienda nuestro marco institucional, que impulse valores éticos y de convivencia desde el reconocimiento a la pluralidad de la sociedad vasca”. Asimismo que “la programación se inscriba en la realidad política e institucional que representa la Comunidad Autónoma del País Vasco”. Ya les he dicho que mi intervención iba a contener algunas obviedades y esta es una más. ¿Dónde está en este texto la ingerencia en la labor de los profesionales de EITB? En ningún sitio, señoras y señores, en ninguno. La ingerencia ha sido, precisamente, pretender durante años que los medios públicos que todos los ciudadanos pagan se ajustasen al imaginario nacionalista: que se mostrasen imágenes del país que no correspondían con la realidad política de Euskadi pero que sí se ajustaban como un guante a los supuestos nacionalistas, que se diera cobertura informativa a organizaciones ilegalizadas, muy por encima de cualquier interés informativo, que se tratase como partidos no vascos a los que formamos hoy la mayoría de esta cámara vasca o que en una actitud que rayaba el ridículo se evitara deliberadamente llamar España a lo que se llama España. Es decir, hemos acordado simplemente que EITB deje de ser un ariete ideológico de una parte de los vascos, para permitirle convertirse en un medio de todos y para todos los vascos. Queremos que la radiotelevisión vasca esté al servicio de la Euskadi real y no de la imaginada, deseada o soñada por los nacionalistas. Todo lo contrario al intervencionismo y al control que se nos achaca; lo que queremos es que los excelentes profesionales de los medios de comunicación públicos recuperen su libertad de trabajar. Que cese, por fin, el dirigismo político de los responsables políticos del medio y que los informadores puedan dedicar su capacidad y su esfuerzo a hacer su trabajo sin miedo a incomodar a sus jefes políticos. Y de paso vamos a procurar también que la gestión económica de los medios públicos se haga teniendo en cuenta las necesidades y las posibilidades de este país, algo que también va a resultar muy conveniente. Como han podido ver, este acuerdo, que no pretendemos buzonear con cargo al erario público, pero que cualquiera puede conseguir fácilmente en su integridad, no tiene nada de frentista, ni de excluyente, ni menos aún de revanchista. Es algo tan simple como poner en claro lo que lamentablemente hasta ahora se ha querido emborronar o confundir. Estamos ante una muestra más de que los socialistas somos muy capaces de acordar sobre las bases de lo que Euskadi necesita y sobre aquello que todos los vascos compartimos, tanto los que piensan como nosotros como los que piensan de otro modo. Esa disposición a escuchar y a entendernos con los demás, a no encerrarnos en nuestras propias certezas, es lo que a nosotros, a los socialistas sí nos permite alcanzar acuerdos como éste al que me he referido y que va a hacer que nuestro candidato Patxi López se convierta en el que para nosotros será el segundo lehendakari de izquierda que Euskadi ha tenido desde la transición. Como todos ustedes saben a los socialistas nos enorgullece reivindicar la extraordinaria labor realizada por aquel Consejo General Vasco que fue el inicio de nuestra autonomía. Un ejemplo de colaboración entre todas las opciones políticas vascas, por cierto, que presidió el que también fue nuestro Presidente Ramón Rubial. Pero como digo este acuerdo de mínimos democráticos, en el que los socialistas estamos perfectamente cómodos y que por supuesto cumpliremos lealmente, no es un programa de Gobierno. Únicamente pretende recuperar una normalidad democrática e institucional que durante años se ha querido ignorar o despreciar, lo que no es poca cosa. Las propuestas socialistas A partir de aquí, de lo común, de lo que es de todos y todos compartimos, los socialistas queremos proponer, ahora sí, la formación de un gobierno de izquierda, presidido por un Lehendakari de izquierda para desarrollar desde las instituciones una política progresista, que no solo atienda los verdaderos problemas de la sociedad vasca sino que, además, lo haga con la vista puesta en las personas y colectivos que más sufren las consecuencias de la crisis que padecemos. Es cierto que el tejido económico e industrial de Euskadi está sufriendo profundamente la crisis: El goteo de expedientes de regulación de empleo así lo certifica. Y por eso queremos que el empleo, su mantenimiento y el respeto por su calidad sea el principal elemento de acuerdo entre empresas, sindicatos, autónomos y agentes económicos y financieros. Euskadi no podrá salir de la crisis sola porque somos fabricantes de bienes y servicios que nos compran en todo el mundo, en los países europeos y muy especialmente en el resto de España. No estamos a salvo de problemas, como la realidad nos muestra con crudeza cada día, pero sí podemos tomar decisiones, y el Gobierno del Lehendakari Patxi López las va a tomar, para parar el desplome del empleo, para generar nuevas oportunidades mediante el desarrollo de las posibilidades que nos ofrece la Ley de Dependencia, por ejemplo. Tenemos que impulsar con decisión la Investigación y retener el talento para que nuestras empresas puedan ser más competitivas, más fuertes y así podamos asegurar no solo el empleo decente, igualitario y de calidad sino también el mantenimiento en Euskadi de los centros de decisión económica y empresarial La educación es una de las apuestas más rentables, social y económicamente, que puede hacer una sociedad. Los socialistas la concebimos como un sector estratégico de bienestar y de competitividad. Por eso vamos a procurar que nuestra escuela pública se convierta en un referente de calidad, que la formación profesional se ajuste mejor y con más agilidad a las demandas del mercado de trabajo y que nuestras universidades avancen de forma decidida en investigación y en excelencia. Nos proponemos ampliar el apoyo económico a la educación, tanto para los centros como para los propios alumnos a través de de becas. Como ven este es un programa en el que los poderes públicos se comprometen con la sociedad, con las empresas, con los trabajadores y con las familias. Es un proyecto que se enfrentará a problemas serios pero que va en la línea de lo que los gobernantes progresistas están impulsando en todo el mundo. Porque todo el mundo sabe ya, menos algunos que todavía se resisten a verlo, que la desregulación y la bajada de impuestos para los que más tienen no nos han llevado a ningún escenario de prosperidad, sino todo lo contrario, a un estado de auténtica emergencia global. Contra las fórmulas trasnochadas de menos impuestos y menos regulación del mercado, que ya no se creen ni los gobiernos más conservadores pero que increíblemente todavía hay quien defiende, el Gobierno que presida Patxi López, como todos los gobiernos que se han tomado en serio la crisis, será un Gobierno volcado con las personas y con la inversión pública creadora de empleo. Tenemos intención, como saben, de acelerar cuanto sea posible la construcción de infraestructuras. De entre ellas la más notoria, pero no la única, va a ser sin duda el Tren de Alta Velocidad pero sin olvidar la ampliación de la línea 3 de metro en Bilbao, del tranvía en Vitoria, las estaciones intermodales y el Puerto exterior de Pasaia. Ahora que parece que la locura del ladrillo ya no da más de sí, es el momento de impulsar la construcción de vivienda protegida, y también de reforzar el mercado del alquiler que, sin duda, tiene que contribuir a facilitar la emancipación de nuestros jóvenes. Los socialistas apostamos por un Sistema Integral Vasco de Servicios Sociales, que garantice las prestaciones a las que tenga derecho cada persona y que evite que los ciudadanos tengan una atención diferente según el territorio en el que vivan. Nos importa apoyar decididamente a las familias, que son el principal núcleo de inserción social y queremos conciliar la vida laboral y familiar, que es un problema que sobre todo sufren las mujeres. Y otro de los grandes objetivos junto con el empleo, que Euskadi tiene que afrontar con decisión y con medios es la mejora de la sanidad pública. Necesitamos nuevos centros sanitarios para agudos y para larga estancia pero sobre todo tenemos que reforzar la atención primaria con más profesionales, más especialistas y más personal sanitario. Es urgente reducir no solo las listas de espera sino también el número de pacientes por médico, especialmente en zonas con un gran número de pacientes crónicos. Es preciso también facilitar tiempo y recursos al personal sanitario para que pueda recibir formación continuada y trabajar para que una labor tan imprescindible como a menudo ingrata sea reconocida y no suponga un desgaste personal tan grande para los miles de excelentes profesionales que son la base del Servicio de Salud Osakidetza. No quiero extenderme en desgranar una por una las propuestas que los socialistas vamos a impulsar pero tampoco quiero olvidarme de la necesidad que Euskadi tiene, y que el Gobierno de Patxi López va a atender, de apostar por un uso razonable y sostenible de la energía, por la mejora de la eficiencia en el consumo y por el desarrollo de energías renovables así como por el cuidado del medio ambiente y la promoción de sistemas sostenibles de explotación del suelo y de los recursos marinos. Me permitirán que dedique un momento para referirme a la cultura vasca. Que necesita sacudirse el lastre de una concepción a menudo dirigista, que ha considerado la cultura no como la expresión libre de una sociedad, de sus artistas y de sus creadores sino como una herramienta de construcción nacional. Es una paradoja que uno de los mayores éxitos nos haya venido precisamente de casos como el Museo Guggenheim, donde se ha demostrado que la apertura a nuevas formas de entender el arte y la apertura de nuestro país al mundo es un factor clave de dinamización. La vida cultural es un círculo virtuoso que hay que apoyar y proteger porque se alimenta a sí misma de novedad, de creatividad, incluso de valor económico y que nos hace mejores. En una sociedad globalizada como la que vivimos las nuevas formas culturales nos influyen y nos abren nuevas vías de crecimiento y de desarrollo humano. La labor de los poderes públicos tiene que ser la de apoyar y fomentar ese camino y esa es la concepción que los socialistas vamos a llevar al próximo Gobierno. Y quiero terminar reafirmando el compromiso que el Gobierno de Patxi López va a adoptar con la lucha contra el terrorismo: Todos los instrumentos del Estado de Derecho y todas las herramientas de la democracia van a ponerse al servicio de la recuperación de la libertad en Euskadi. Porque ETA sigue siendo una amenaza, nunca indiscriminada, directa para la vida cotidiana de muchos miles de vascos pero también lo es para todo el resto de ciudadanos y ciudadanas que quieren vivir, pensar y optar libremente en una democracia. El miedo impuesto por el grupo terrorista ha tenido consecuencias en esta sociedad. Consecuencias no solo humanas sino también sociales. Las víctimas han sido quienes han sufrido en primera persona el mazazo de la muerte, del dolor y a veces de la marginación y por eso merecen el máximo reconocimiento de este pueblo pero toda la sociedad vasca necesita sacudirse el yugo del miedo. La deslegitimación política y social de los terroristas y de quienes les apoyan es una tarea imprescindible que nos corresponde llevar adelante a todos los demócratas pero también nos va a tocar, cuando esta pesadilla termine, reparar las heridas que décadas de terrorismo han dejado en Euskadi. No será una tarea fácil pero tal vez sea lo más importante que le queda por hacer al pueblo vasco en los próximos años. Esta es la propuesta que el Partido Socialista de Euskadi presenta a esta cámara y al pueblo vasco hoy. Nos comprometemos a trabajar para que Euskadi mejore, como lo hemos hecho siempre lealmente desde la oposición de esta cámara y como nos va a corresponder hacerlo ahora desde el Gobierno. Hemos sabido llega a acuerdos antes y ahora y estamos abiertos, como se ha repetido, a alcanzar otros con cualquiera que esté dispuesto a aportar su visión y su trabajo para mejorar la vida de los vascos. Euskadi necesita otro lehendakari, que gobierne para todos los vascos, que reconstruya los acuerdos básicos, que escuche, que procure la estabilidad y la seguridad, que sea realista, que demuestre su simpatía y su solidaridad con los que sufren persecución por parte del nacionalismo terrorista, y, en definitiva, que sea el primer referente ético para recuperar nuestra salud como pueblo. Iniciamos una nueva andadura en un tiempo complicado, muy complicado, lo que no es incompatible con que pueda convertirse en un tiempo para la esperanza y para la paz. Para provocar el cambio en Euskadi, que es hoy más necesario que nunca. Yo les invito a todas y a todos ustedes a apoyar, desde una lógica posición crítica pero también desde una actitud de colaboración constructiva, la candidatura de Patxi López para Lehendakari de Euskadi. Muchas gracias.