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Acto "Cultura Abierta-Kultura irekia". Discurso de Patxi López

Arratsalde on danori, ongi etorri eta milla esker etortzeagatik. Buenas tardes a todas y a todos:

Y muchas gracias, en primer lugar, a los que, con vuestro trabajo, vuestro esfuerzo y vuestra imaginación, habéis hecho posible este encuentro, gracias a los que habéis intervenido para dar muestra de vuestro testimonio y gracias, como no, a los que habéis acudido a él.

Yo quisiera iniciar mi intervención recordando unos viejos versos, que seguro que todos conocéis y que popularizó hace años Mikel Laboa.

Haika Mutil

Jeiki hadi

Argia den

Mira hadi.

Venga chico

Levántate

Y mira

Si hay luz

Y quería, de esta forma, rendir tributo y reconocimiento a un gran creador que recientemente nos ha abandonado.

Pero, además, quiero utilizar los dos primeros versos como lema de esta reunión: “Haika mutil jeiki hadi”, “Venga chico, levántate”.

Porque, aunque suene raro, yo no he venido hoy a hacer promesas porque se acerquen unas elecciones. No he venido a contaros nuestras propuestas, cuya definición está recogida en el Manifiesto “Cultura abierta”. He venido a pediros, si así lo queréis, que hagáis un esfuerzo para que el cambio llegue a Euskadi.

Porque el cambio no va a venir solo. No va a surgir de forma espontánea, como la luz de la mañana.

El cambio es un proyecto colectivo, un proyecto compartido. Un esfuerzo de todos para que mañana, ya mismo, tengamos una Euskadi mejor.

Por eso, al propósito de esta reunión le viene bien el lema ‘levantaos y poneos a trabajar’ para hacer realidad en Euskadi una cultura abierta y libre.

Estoy seguro de que eso es lo que queremos todas y todos los que estamos aquí, y además estoy seguro también de que lo vamos a conseguir. Lo vamos a conseguir entre todos, con el esfuerzo de todos.

Y las personas que pertenecéis al mundo de la cultura, al mundo de la creación, tenéis un papel y, si me lo permitís, una responsabilidad especial. Sois, de algún modo, la sal de una sociedad creadora y libre.

Sin la energía creadora de la cultura, sin la libertad personal del creador, sin le reivindicación de la propia identidad individual de cada artista -también de cada ciudadano-, podremos tener instituciones y leyes propias, pero seremos un país y una sociedad gris y monótona.

Una sociedad en la que algunos puedan tener la tentación de uniformarnos, de hacer que todos pensemos igual y sintamos igual. Lo sabemos, sobre todo, porque llevamos décadas sufriendo el terrorismo de ETA, que ha diezmado y sigue diezmando la libertad individual de miles y miles de ciudadanos y ciudadanas vascas.

Seguramente no nos damos cuenta de hasta qué punto la amenaza terrorista ha impregnado el miedo en esta sociedad, un miedo que se incrusta en el interior de cada uno.

Hasta qué punto los resquicios más pequeños de la vida pública y social en Euskadi han sido invadidos por la perversión de los asesinos.

También en el mundo de la cultura y la creación el efecto de esa amenaza ha sido demoledor. La creación ha estado permanentemente vigilada, y los discrepantes y los sospechosos han sido marginados. El terrorismo ha secuestrado en cierta forma la libertad de creación.

Pero además, y en otro plano muy diferente, en Euskadi también hemos vivido durante muchos años bajo políticas culturales que han intentado homogeneizar el país.

Hemos visto a muchos creadores taparse la boca con sus propias manos mientras miraban al poder, sin atreverse a traspasar los límites de lo políticamente correcto.

Y hemos visto también a muchos que han preferido irse a otros lugares para poder crear en libertad.

Pero estoy seguro que dentro de poco, miraremos hacia atrás y nos preguntaremos: ¿Cómo hemos podido soportar esto?

¿Cómo hemos dejado que a los artistas, a los creadores, se les asignara, desde el poder, la tarea de clonadores de almas? Almas clonadas con fotocopias mal hechas de originales inventados.

Como si fuera posible arrancar las almas individuales, únicas, y clonarlas con una cultura uniforme y monolítica.

Pero eso se ha terminado porque no nos resignamos y venimos a cambiar las cosas. Y habrá cambio en Euskadi porque nos estamos juntando miles de personas para lograrlo. Esta vez sí. Esta vez lo vamos a lograr.

Por eso, en este momento, me parecen especialmente motivadores los versos de Blas de Otero:

Que mi fe te levante, sima a sima

he salido a la luz de la esperanza.

Hombro a hombro, hasta ver un pueblo en pie (de paz)

de paz, izando un alba

Yo tengo claro lo que es el cambio y también tengo claro lo que no es. Y lo digo para que nadie luego se llame a engaño.

El cambio no es quítate tú para ponerme yo.

El cambio no es darle la vuelta al país como si fuese una tortilla y hacer justo lo contrario de lo que se hacía.

El cambio no es sacar del cajón las facturas pendientes para cobrarlas con intereses.

El cambio es mucho más profundo que todo eso.

El cambio es construir entre todos una sociedad vasca de ciudadanos libres e iguales partiendo de lo mucho que tenemos y que juntos hemos construido hasta ahora.

El cambio es romper los muros que crean división y que nos enfrentan a unos vascos con otros.

Es derribar las puertas que sólo se abren para una parte de la ciudadanía y se cierran para otra.

El cambio es abrir todas ventanas para que un aire nuevo nos permita a todos respirar.

Es aprender a vivir juntos respetando nuestras diferencias y abandonando de una vez y para siempre la imposición de unos sobre otros.

Este es el cambio que os propongo. Ese es el cambio para el que os animo a ponernos a trabajar todos juntos.

Creo, sinceramente, que la tarea merece la pena y vosotros, los creadores, los artistas, la gente de la cultura, no es que seáis necesarios: es que sois imprescindibles para llevarla a cabo.

A vosotros os corresponde hacer una nueva narración de nosotros mismos, de lo que somos. Elaborar un nuevo relato de la sociedad vasca. Un nuevo relato en el que se reconozca toda la sociedad en su conjunto. En el que tengan cabida todas las identidades. Crear imágenes, símbolos y propuestas que sean asumidos por todos. Un nuevo relato de lo vasco en el que nadie quede excluido por ninguna razón.

Decía Sartre que el infierno son los otros. Para los homogeneizadores, el otro es objeto de conversión para que sea igual que nosotros.

Para mí, el otro es precisamente la garantía de mi individualidad. El reconocer al otro como elemento creativo de la diversidad es lo único que garantiza que yo pueda ser yo, con mi identidad personal.

Yo estoy convencido de que el cambio abrirá las puertas a nuevas energías creadoras estancadas hasta ahora. Porque el cambio logrará precisamente eso: liberar fuerzas para que todos colaboremos en un proyecto colectivo. Especialmente en el campo de la cultura y de la creación.

La cultura vasca sólo puede ser el resultado de un proceso integrador que recoja múltiples expresiones individuales y colectivas para construir objetivos comunes, fruto del diálogo y el pacto. Y tiene que asentarse sobre tres pilares básicos: más democracia, más libertad y más respeto entre diferentes.

La consecución de una cultura democrática, respetuosa con la diversidad, con la equidad y con los derechos individuales, exige abordar desde nuevas perspectivas las actuales políticas educativas, culturales y lingüísticas.

Nuevas perspectivas que, también, tienen que alcanzar a los medios de comunicación públicos, que no pueden seguir siendo objeto de manipulación interesada para imponer la ideología propia del grupo gobernante de turno.

No creemos en la cultura oficial, creemos en la cultura. Y, por eso, las administraciones públicas tienen que atender y fomentar las demandas de la ciudadanía. Tienen que crear densidad cultural en el conjunto del territorio. Tienen que promover el crecimiento del máximo número posible de iniciativas civiles. Tienen que consolidar redes territoriales. Llenar de contenido los equipamientos culturales y poner en relación realidades que se ignoran.

Y la cultura tiene que nutrirse de todas las corrientes de pensamiento y buscar el acercamiento de todos.

Por eso me atrevo a decir que, si lo hacemos bien, muy pronto veremos un nuevo renacimiento de la cultura vasca. Hay creadores y creadoras, hay fuerzas y hay energías en este país, que están esperando el cambio para brotar.

En este país se ha intentado privatizar el espacio público, invadiéndolo con tendencias particulares. Y yo pienso que si lo público te dice como debes ser, es que ha abandonado su esencia.

He querido por eso que este encuentro fuera aquí, en la plaza del Ensanche, porque la plaza es la mejor metáfora del espacio público compartido por todos.

Debemos recuperar con fuerza el sentido de la plaza, del ágora donde cada uno se convierte en ciudadano libre.

Donde nadie necesita renunciar a su propio yo.

La plaza está siempre abierta. No tiene puertas que impidan el paso.

La plaza es una invitación permanente a entrar, a nadie se le pregunta lo que piensa. Esa es su gran fuerza creadora; integrar en un mismo espacio todas las energías.

Por eso debemos conseguir que Euskadi sea una gran plaza, un gran espacio abierto, una zona de encuentro de la diversidad. Y está a nuestro alcance conseguirlo.

Pero no quiero extenderme más, y voy a terminar citando a otro poeta vasco, símbolo y referencia de la libertad nunca abandonada, de la reivindicación del yo individual del creador: Gabriel Aresti.

A mí me gustaría que todos los artistas vascos, de todo tipo, pudieran repetir a coro sus versos:

Ez zazue tapa

gizonaren ahoa.

Defendi dadin.

inoiz,

inola,

inun

eznaiz

isilduko.

Que todos podamos decir:

Nunca

De ninguna manera,

En ningún sitio,

No nos vamos a callar.

Eskerrik asko.

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