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Intervención de Patxi López. Fórum Europa-Tribuna Euskadi

Egun on danorí. Buenos días a todas y a todos:

Gracias, en primer lugar, a los organizadores de este foro por la invitación que me han cursado para hablar en esta tribuna Euskadi y gracias también a Andoni Unzalu por sus palabras de presentación.

Faltan 24 días para el cambio. 24 días para una cita con la urnas que, estoy convencido, que va a marcar un antes y un después en la política vasca.

Y mi intención es, por lo tanto, hablarles de ese cambio que proponemos a la sociedad vasca como proyecto colectivo y compartido. Con el que Euskadi puede culminar, mediante la alternancia democrática y con un Lehendakari Socialista, el ciclo político que los vascos abrimos hace ya 30 años con otro Lehendakari Socialista, Ramón Rubial.

Un periodo en el que, juntos, gracias al pacto y al acuerdo entre diferentes, hemos construido un autogobierno fuerte y sólido. En el que hemos avanzado mucho como país y como sociedad. En el que hemos superado dificultades e incluso crisis económicas como la que conocimos en los años 80 y que nos obligó a transformar nuestras grandes industrias tradicionales y adaptar nuestra economía a los nuevos tiempos.

Y hoy volvemos a estar en un momento difícil. La crisis global que padecemos se ha metido de lleno en nuestras casas y en nuestras empresas. Las últimas cifras del paro que hemos conocido esta semana, con 110.000 desempleados en Euskadi en el mes de enero, son ciertamente preocupantes. Porque nos indican, a margen de la propaganda oficial, que la tasa de crecimiento del desempleo registrado en Euskadi en el último cuatrimestre ha sido un 40% superior a la tasa española. (Un 25,3 frente al 18%)

Urge, por lo tanto, poner en marcha un verdadero Plan de Choque contra la crisis. Y urge también tomar nota de la dura lección que esta crisis nos está enseñando: que el capitalismo sin control no funciona, que hace falta más protección social para los individuos y más medidas para las empresas; que los mercados necesitan regulación; que los gobiernos tienen que intervenir en la economía… En definitiva, lo que la socialdemocracia europea ha defendido todos estos años frente a los modelos ultraliberales de los neoconservadores.

El reto, por tanto, es de envergadura. Y para hacerle frente necesitamos un gobierno fuerte. Necesitamos recuperar la confianza en nosotros mismos con un nuevo liderazgo que una, que integre, que sume voluntades.

La división es un lujo que los vascos no nos podemos permitir nunca, pero mucho menos en los tiempos que corren. Somos un país pequeño, una comunidad de poco más de dos millones de habitantes, y tenemos que remar todos juntos en la misma dirección para dar las respuestas más sólidas y más eficaces. Y eso es lo que yo me propongo hacer a partir del 1 de marzo.

Y quiero decirles que la tarea que tenemos por delante no me asusta. Al contrario, me apasiona y me motiva. Tenemos ideas y tenemos ganas. Y estoy decidido a pasar la página de la división y el enfrentamiento en Euskadi para buscar la unidad de todos los agentes económicos y sociales para salir de la crisis reforzados y cuanto antes.

Ayer oí decir a Ibarretxe que hace falta una alianza estratégica de todo el mundo para afrontar la crisis. Y la pregunta es ¿Por qué no lo ha hecho antes? ¿Por qué ese empeño en atrincherarse y no buscar el acuerdo y la complicidad de nadie?

Todos los representantes políticos decimos que Euskadi tiene trabajadores con un altísimo nivel de capacitación. Que tenemos los empresarios más emprendedores. Los mejores profesionales sanitarios. Una comunidad educativa totalmente comprometida con la enseñanza. Los jóvenes más preparados de la historia. Las mujeres más integradas. Los colectivos sociales más dinámicos. Los creadores con más proyección. Los mayores más activos…..

Y yo estoy completamente de acuerdo con todo esto. Lo mejor de Euskadi son sus ciudadanos y ciudadanas, no tengo ninguna duda. Ahora, la pregunta es: si esto es así ¿Porqué nadie del Gobierno tripartito habla nunca con ellos?

¿Porqué Ibarretxe, que ahora habla de alianza estratégica, en sus diez años de Gobierno, no ha puesto nunca en marcha el Diálogo Social con Sindicatos y Empresarios?

¿Por qué han pretendido imponer una reforma de la educación, al margen y en contra de la opinión de la comunidad educativa?

¿Por qué sus planes de euskaldunización que han recibido las críticas de los que se ocupan del euskera en este país, los sacan adelante vía decretazo y sin contar con nadie?

¿Por qué los profesionales de OSAKIDETZA han sido abandonados de tal manera que se sienten absolutamente desmotivados?

¿Por qué nuestros creadores se tienen que marchar de Euskadi para poder desarrollarse plenamente?

¿Por qué cientos de jóvenes perfectamente formados en nuestras Universidades se van de Euskadi, cada año, a buscar las oportunidades que aquí no encuentran?

¿Por qué no ha convocado nunca a los partidos políticos democráticos para buscar un acuerdo con el que definir nuestro futuro?

Y la respuesta es: sencillamente porque Ibarretxe sólo habla con quien le da la razón. Demostrando, claramente, que no confía en nuestros ciudadanos.

Yo aseguro que, al contrario que Ibarretxe y su Gobierno, mi Gobierno y yo funcionaremos en diálogo permanente con todos. Porque estamos dispuestos a escuchar, a aprender y a entendernos con los mejores de cada ámbito de actuación para dar las mejores respuestas, las más eficaces, a los problemas que tenemos.

Porque tenemos muy claro que, aunque los Socialistas enarbolemos la bandera del cambio y estemos dispuestos a liderarlo, sabemos que los protagonistas de este cambio no vamos a ser sólo nosotros. Que abrir un nuevo tiempo en este país requiere del concurso de todo aquel que está dispuesto a hacer realidad la máxima de que EUSKADI PUEDE MÁS.

El proyecto del cambio no pretende ganar frente a nadie. Pretende cambiar las cosas que no funcionan y queremos tener un país unido para poder hacerlo.

Unir es integrar, es dar cabida a lo que es diferente, aceptar la existencia de lo que se opone. Y eso exige fortaleza, seguridad, capacidad de riesgo y valentía. Esa es la manera de ejercer un liderazgo democrático y seguro. Ese es el liderazgo integrador que yo me propongo desplegar.

Yo quiero hacer de Euskadi un país de ciudadanos y ciudadanas libres e iguales, en el que el concepto de ciudadanía sea la guía que determine la nueva política vasca.

No basta con decir que la sociedad vasca es tremendamente plural en las ideas y diversa en las identidades. Hay que entender que sólo el respeto y la tolerancia a las convicciones de los demás puede garantizar la convivencia entre vascos y vascas.

Debemos de ser capaces de comprender que el otro no es la barrera que me impide mantener mi identidad, sino la garantía para poder definir mi propia identidad en libertad. Y ese reconocimiento del otro es lo que nos permitirá conseguir un pacto entre diferentes que sea la base política de la propia sociedad vasca.

Porque el vivir en sociedad es un permanente y cotidiano dialogar y pactar. No es posible imponer en las sociedades plurales. Al revés, el diálogo interno y el pacto es lo que garantiza la concordia.

Y por eso, el cambio consiste en recuperar la mejor seña de identidad de Euskadi: el pacto. Esa es nuestra gran apuesta: unir a todos los vascos y las vascas en un proyecto compartido. Hacer que Euskadi deje de ser propiedad privada de algunos escogidos para convertirse en el espacio público de todos.

Yo quiero proclamar que Euskadi no es la suma de nacionalistas y no nacionalistas, sino la suma de ciudadanos soberanos que quieren construir juntos el futuro.

Yo quiero terminar con ese lenguaje de “los nuestros” y “los otros” tantas veces utilizado por un Ibarretxe que deja fuera a la mitad del país, para conjugar un “nosotros” en el que cabemos todos y nadie se queda a la intemperie.

Y para ello hay que derribar muchas barreras y superar muchos desencuentros, poniendo, por encima de lo que nos separa, lo que nos une: la voluntad de convivir.

Porque la voluntad de convivir es lo que crea país. Y la solidaridad interna de una sociedad es la que crea la convicción, entre sus ciudadanos, de compartir un mismo destino y de participar en un mismo futuro.

Y en estos términos están planteadas las elecciones del 1 de Marzo: o seguir en el tiempo de la imposición y la división que ha protagonizado Ibarretxe en los últimos diez años. O dar a este país la oportunidad de abrir un nuevo tiempo para el entendimiento y el acuerdo.

Y ese es mi compromiso:

Me comprometo a defender sin descanso la libertad de todos los ciudadanos y ciudadanas de este país, piensen como piensen y tengan la identidad que tengan. Sea cual sea su ideología, su creencia religiosa o su opción sexual.

Me comprometo a trabajar y reforzar la convivencia, desde la tolerancia, el diálogo y el entendimiento. En la Euskadi que yo quiero cabemos todos, salvo los violentos.

Me comprometo a defender el principio de igualdad, para que que ningún vasco valga más que otro vasco; que ningún vasco por origen, apellidos o ideología valga menos que otro vasco.

Me comprometo a hacer un esfuerzo de cohesión social y de cohesión territorial, para que todos los ciudadanos de Euskadi reciban una atención pública de igual calidad, independientemente del territorio en el que vivan.

Me comprometo a defender a cualquier ciudadano ante una situación de injusticia, de dominación, a combatir a los totalitarios, a los intolerantes. A levantar mi voz frente a aquellos que quieran imponer cualquier dogma que sea contrario a la libertad de cada uno de nosotros.

Me comprometo a hacer del acuerdo y el entendimiento la pauta de funcionamiento de un Gobierno que busca la suma para enfrentarnos todos juntos a nuestros problemas.

Me comprometo a no dar la espalda nunca a nuestros ciudadanos y ciudadanas. A contar con ellos y hacerles participes y corresponsables de su propio futuro, poniendo nuestras instituciones y nuestro autogobierno a su servicio.

Me comprometo a legitimar las instituciones y las leyes como elementos reguladores de la actividad política porque comparto con Cicerón la frase de “Seamos siervos de las leyes para poder ser libres”.

Me comprometo, por eso mismo, a prestigiar nuestro Estatuto como la plaza pública que no tiene un propietario concreto, pero en el que todos nos podemos reunir y discutir. El Estatuto como el marco político de la tolerancia. Yo veo el Estatuto como un nuevo roble del siglo XXI, un gran hito vertical que marca el ‘meeting point’, el PUNTO DE ENCUENTRO de vascos diferentes. Y por eso reivindico el modelo estatutario como base de negociación y discrepancia. Incluso para modificarlo y ponerlo al día, por consenso, como han hecho otras comunidades autónomas.

Y por eso me comprometo a llamar a todas las fuerzas políticas para recuperar el consenso y abordar una reforma estatutaria, si existe consenso para ello.

Me comprometo a hacer de la transparencia, de la evaluación permanente de las políticas públicas y de la puesta en marcha de mecanismos de control del gasto de nuestros recursos, la norma de funcionamiento del Gobierno.

Me comprometo a hacer de la solidaridad una de nuestras mejores señas de identidad. Solidaridad interna para hacer país y solidaridad en la cooperación al desarrollo y en el compromiso en la lucha contra la pobreza y la miseria.

Me comprometo a hacer de la educación el eje del cambio. Porque la educación de un país define a su sociedad. Es su mejor acreditación. Es garantía de igualdad y de desarrollo personal. Y es, también, el espacio en el que los jóvenes deben ejercitarse en una convivencia tolerante y democrática.

Me comprometo a hacer del fomento del euskera un objetivo de todos. Acordando su avance en libertad, con políticas democráticas y con acuerdos amplios. De tal manera que mi Gobierno inspirará las nuevas políticas en materia lingüística y revisará las actualmente vigentes, buscando el consenso, a la luz de las bases para la política lingüística de principios del Siglo XXI elaboradas por el Consejo Asesor del Euskera. Para que ssu implantación no genere rechazos, sino adhesiones.

Me comprometo a poner en pista una “Cultura abierta”. En la que nuestros creadores ni tengan que someterse a la “oficialidad” del poder de turno, ni tengan que irse de Euskadi para poder crear en libertad.

Me comprometo a trabajar para cumplir los objetivos europeos de reducción de las emisiones contaminantes y para hacer que nuestra economía cada vez más esté vinculada a las energías renovables y menos a las energías del carbón.

En definitiva, me comprometo a tender la mano a todos para hacer país. A derribar las puertas que se abren sólo para una parte de la sociedad vasca y se cierran para la otra. A tirar los muros que nos separan y nos enfrentan a unos vascos con otros.

Y para eso puedo garantizar que no gobernaré contra nadie, sino en defensa de todos. Se acabaron los frentes y las trincheras y nunca, de ninguna manera, mi Gobierno servirá para volver a la política de bloques enfrentados.

Será un Gobierno para gobernar. Para poner las prioridades del país allí donde están las prioridades de los ciudadanos. Y para no extenderme demasiado, mencionaré sólo dos:

Acabar con el terrorismo y combatir la crisis económica:

Y para ello buscaremos la unidad, sin fisuras, en el respaldo a un Estado de derecho que combate al terrorismo con las herramientas democráticas que tiene en su mano. Por eso, respaldo, sin fisuras, a la actuación eficaz de la policía, a la contundencia de la justicia, a la colaboración internacional y al rechazo social.

Y nos corresponde, además desde la política y las instituciones, otra labor fundamental, imprescindible diría yo, como es deslegitimar ética, política y socialmente a la violencia y a los falsos argumentos en los que algunos la quieren sustentar.

Y esto no puede quedar en una frase vacía de contenido. Se trata de que todos digamos a una que, en democracia, no hay causa alguna que justifique la violencia, que no hay patria que valga la pena construida sobre sangre de inocentes, que, como dijo el clásico “quien asesina a un hombre no defiende ninguna idea, sólo asesina a un hombre”.

Pero además hay que decir claramente, porque es verdad, que en este país no hay ideas ilegalizadas, ni opresores, ni alambradas. Que todo el mundo puede defender abiertamente lo que piensa y lo que quiere: la independencia, la autodeterminación, la territorialidad o lo que les parezca más oportuno. Y que además todo el mundo puede votar y optar por esas ideas.

Que lo único que no está permitido, que es ilegal y que vamos a perseguir es a todos aquellos que utilizan las armas y la violencia para conseguir sus objetivos políticos. Y que además, no los van a conseguir porque los demócratas ni vamos a retroceder ni un milímetro, ni a facilitar un solo espacio para sus kalejira macabra.

No es tiempo de ambigüedades con estas cosas, sino de claridad y unidad. Y los Socialistas Vascos estamos dispuestos a buscarla.

Pacto para superar la crisis económica.

Y, por otra parte, es evidente, que las necesidades reales de este país pasan hoy por superar los efectos de la crisis económica.

Y tengo que empezar por decir que estoy plenamente convencido de que la economía vasca será capaz de remontar esta coyuntura desfavorable porque tenemos tres activos fundamentales para ello:

- La gran capacidad y dinamismo de nuestros trabajadores y de nuestra clase empresarial.

- La solvencia de un tejido industrial asentado, saneado y diversificado.

- La capacidad financiera que pone en nuestras manos el Concierto Económico.

Pero, en estos momentos, el diálogo social tiene que ser el referente básico. Debemos ser capaces, y yo me voy a empeñar en ello, de unir fuerzas para minimizar los efectos sociales y económicos de la crisis, y para salir de la misma reforzados.

Desde luego, mi prioridad si los ciudadanos me dan su confianza el 1 de marzo será buscar un Pacto económico social y político entre las instituciones, la patronal y los sindicatos para hacer frente crisis económica.

Ese Pacto terminará plasmándose en un Plan Económico Extraordinario que habilite nuevos créditos presupuestarios para:

1. Financiar actuaciones en Infraestructuras. Acelerando la obra pública ya iniciada y aprobando nuevas inversiones para iniciarlas en 2009 y 2010.

2. Poner en marcha un plan para la mejora, ampliación y construcción de nuevos centros de salud y de centros de enseñanza, que son necesarios, porque tenemos un déficit de estos equipamentos, y porque, a la vez, posibilitarán dinamizar el sector de la construcción.

3. Construir Vivienda de Protección Pública, creando un fondo extraordinario con dos objetivos: garantizar la compra de terrenos y la construcción de VPP (Viviendas de Protección Pública); y facilitar el acceso al crédito de los ciudadanos, (reduciendo el riesgo de las entidades financieras en las hipotecas que concedan a los compradores), a través de la firma de convenios con estas entidades por los que se les cubra parte del riesgo de impago. Y, por otro lado, creación de otro fondo que permita a los Ayuntamientos, transformar terrenos con usos para dotaciones de equipamientos, y construir viviendas para alquiler.

4. Abrir nuevas líneas de financiación para las empresas. Ningún proyecto empresarial viable puede paralizarse por falta de financiación.

5. Apoyar a las pymes, a las microempresas y a los autónomos.

6. Impulsar un programa de inserción laboral de los parados que agoten sus prestaciones por desempleo.

7. Asumir las políticas activas de empleo para reordenar y reorientar este sector, evitando las duplicidades y el despilfarro que ahora se produce. Trabajando de forma activa, especialmente con los agentes sociales y con los Ayuntamientos, en el campo de la formación, el fomento del empleo, la orientación profesional y la intermediación laboral.

8. Poner en marcha el programa Udalekin, cuya cuantía será fijada por el Consejo Vasco de Finanzas, para apoyar a los Ayuntamientos en sus proyectos de mejora de infraestructuras y equipamientos urbanos, nuevas dotaciones y servicios que redunden en el avance en la calidad de vida de sus ciudadanos.

9. Financiar también otro plan especial, Hiriber, al que podrán acogerse todos los municipios donde haya zonas que necesitan ser regeneradas.

Para alcanzar estos objetivos, desde las instituciones públicas podemos aportar dos factores básicos:

El primero es el impulso a la cooperación y el consenso entre las instituciones (las vascas, la administración central y la Comisión Europea si se diese el caso), los agentes económicos y los agentes sociales.

Y el segundo es la capacidad financiera. Tenemos que desplegar toda la dimensión financiera que poseen las instituciones públicas vascas, con el Gobierno a la cabeza.

Una dimensión financiera que no es nada desdeñable, no sólo por su potencial de generar ingresos no financieros por la vía fiscal, sino también porque, en estos momentos, su capacidad de endeudamiento es enorme.

Y creemos que la gravedad de la crisis requiere realizar desde los poderes públicos un esfuerzo evidente de apoyo a la economía vasca que tranquilice a los ciudadanos y les deje manifiestamente claro que el Gobierno Vasco va a hacer todo cuanto esté en su mano para paliar los efectos de la crisis, mejorar la competitividad de su economía y garantizar que no paguen los más débiles.

Y todo ello con la participación de patronal y sindicatos, con diálogo y negociación. Entre todos.

No tenemos miedo a endeudarnos si es para salir de la crisis mejor que como entramos. Nos hemos endeudado antes y hemos salido adelante. La cuestión es implicarse decididamente en actuaciones públicas anticíclicas.

Estoy convencido, como he dicho antes, de que éste es el momento de la cooperación y del consenso para activar las medidas necesarias ante la crisis y, además, de hacer las cosas mirando al día de después, al momento en que la economía se reactive. Porque consolidar los puestos de trabajo hoy es garantizar el empleo de mañana.

Y termino ya. Reafirmando mi profunda convicción de que los vascos tenemos todas las bazas que precisamos para ganar el futuro, y que tenemos que jugarlas con ambición y con trabajo continuo.

Yo tengo esa ambición y trabajaré sin desmayo por cumplirla. Me sobra el optimismo sobre los resultados que podemos alcanzar. Por eso pediré a la ciudadanía su confianza y estoy seguro de que el próximo 1 de marzo Euskadi, como siempre, apostará por el futuro y se dará una oportunidad.

Les puedo asegurar que nos mueve la pasión. Pasión por hacer de Euskadi la tierra de la Paz y la Libertad. La tierra de la convivencia. El país de todos y de todas.

Ese es mi deseo y creo que muy pronto, vamos a hacerlo realidad.

Muchas gracias.

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