Manifiesto "Cultura abierta-Kultura irekia"
Cultura abierta
Cultura desde la pluralidad
La sociedad vasca ha experimentado profundos cambios políticos, económicos y culturales en los últimos treinta años.
La democracia y el autogobierno se han asentado progresivamente, aunque persistan rasgos intolerantes y antidemocráticos, cuya más repudiable expresión es la violencia de ETA. El ejercicio de la democracia ha hecho aflorar la profunda diversidad de la sociedad vasca. Diversidad de sentimientos sobre la identidad colectiva y pluralidad determinada por la procedencia, la lengua, las ideologías, las creencias, la cultura individual y de grupos que se expresan mediante construcciones simbólicas diferentes.
Concebir la cultura vasca como un legado unívoco y sin fisuras, que llega incontaminado del pasado para determinar el presente, es, por lo tanto, una ensoñación que falsea la historia y no mira la realidad compleja de la sociedad vasca del siglo XXI. Como en toda sociedad democrática, la identidad cultural vasca es plural y mestiza, en la medida en que se basa en la suma e interrelación de las diversas realidades y manifestaciones culturales que se dan en su seno. Y su pluralidad es un valor permanente a garantizar y preservar, no una circunstancia que imponga una tolerancia resignada.
Por ello, la cultura vasca sólo puede ser el resultado de un proceso integrador que recoja múltiples expresiones individuales y colectivas para construir objetivos comunes, fruto del diálogo y el pacto. Tiene que asentarse sobre tres pilares básicos: más democracia, más libertad y más respeto entre diferentes.
La expresión plural de las distintas manifestaciones culturales es un factor esencial para la cohesión de la sociedad vasca.
Cohesión que no debe proceder de la asimilación forzosa de unas concepciones de lo vasco por otras, sino del reconocimiento libremente aceptado de que es preciso llegar a acuerdos creativos y fecundos sobre las reglas del juego que permiten vivir pacíficamente en libertad y crear y crecer desde la pluralidad de sentimientos identitarios y de pertenencia, sin dramatismos victimistas estériles.
La consecución de una cultura democrática, respetuosa con la diversidad ciudadana, con la equidad y con los derechos individuales exige abordar desde nuevas perspectivas las actuales políticas educativas, culturales y lingüísticas. Estas nuevas perspectivas también deben alcanzar a los medios de comunicación públicos, que no pueden seguir siendo objeto de manipulación interesada para imponer la ideología propia del grupo gobernante de turno.
Una cultura desde y para la ciudadanía
En los últimos años se ha realizado desde todos los niveles de la administración pública un notable esfuerzo para facilitar el acceso a la cultura. Se ha invertido en equipamientos, en potenciación de industrias culturales o en programación y creaciónpero se ha hecho de forma desigual según los ámbitos y no siempre con acierto. Subsisten, además, importantes carencias y desigualdades territoriales que hay que corregir.
Se hace necesaria una administración cultural transparente y democrática que enmiende los errores cometidos y trabaje de manera eficaz con el doble objetivo de democratizar y enriquecer la cultura. Esto es: garantizar el acceso y mejorar la oferta, preservando la libertad de creación.
La igualdad de oportunidades en el acceso a la cultura, la participación ciudadana en la creación y disfrute cultural y un cuidadoso equilibrio entre la difusión de la producción propia y el patrimonio universal, son valores clave para una concepción democrática de la cultura.
La cultura debe estar al servicio de toda la ciudadanía y resultar útil para estrechar los lazos entre ésta y los creadores culturales, en particular con los creadores y agentes culturales de nuestro territorio. Resulta contradictorio que el incremento de equipamientos no suponga un claro fortalecimiento de las industrias culturales del País Vasco, y que muchos creadores y realizadores de productos culturales se vean obligados a buscar en otros lugares mejores oportunidades para desplegar su talento.
Las administraciones públicas han de atender y fomentar las demandas de la ciudadanía, creando densidad cultural en el conjunto del territorio, promoviendo el crecimiento del máximo número posible de iniciativas civiles, cooperando con el máximo número de proyectos, consolidando redes territoriales, llenando de contenido los equipamientos culturales y poniendo en relación realidades que se ignoran.
No obstante, la cultura no puede limitarse a satisfacer las demandas de los sectores de la ciudadanía más organizados y proclives a tomar parte activa. También debe nutrirse de todas las corrientes de pensamiento y buscar el acercamiento de quienes, o bien rechazan una cultura establecida o se sienten excluidos de la vida cultural por determinadas barreras físicas o psicológicas.
Con este objeto, es necesario desarrollar políticas educativas que acerquen la obra artística y el producto cultural a sus destinatarios. La participación en la vida socio-cultural no es mero consumo, sino apropiación activa de los recursos existentes para crear, acción transformadora de hábitos y modos de vida, protagonismo de ciudadanos comprometidos con su sociedad y su tiempo, cuestionando los conformismos dominantes.
Diez criterios para una política cultural abierta
1.- Promover una cultura abierta, democrática y de calidad, que posibilite la expresión de la pluralidad de la sociedad vasca, de sus agentes, creadores y grupos de interés, sin dirigismos ni exclusiones por razones políticas, ni estéticas ni de pensamiento. La política cultural debe garantizar la libertad de creación e igualdad de oportunidades para todos los creadores.
2.- Coordinar las políticas culturales, que están dispersas y deficientemente reguladas. Redefinir las funciones y competencias de cada institución y evitar que la acción cultural se convierta en operación de marketing de sus promotores, grupos o fracciones políticas, que a veces compiten entre sí en la búsqueda de un protagonismo que dilapida recursos en detrimento de los intereses de la ciudadanía.
3.- Planificar en el medio y largo plazo, atendiendo a toda la escala de valor de los hechos culturales: la formación de los creadores, la producción y la difusión, en el convencimiento de que un desarrollo cultural equilibrado no puede ser fruto de la improvisación.
4.- Proteger y fomentar toda la producción cultural, tanto la realizada en euskera, como la que se expresa en castellano, con el criterio, en ambos casos, de considerar la demanda social y la calidad de las propuestas. El idioma no debe convertirse en elemento de división de la cultura producida en Euskadi. La administración vasca velará por la protección, promoción y desarrollo del patrimonio lingüístico-cultural del euskera para garantizar los derechos individuales de toda la ciudadanía y compensar las limitaciones que impone un mercado cultural reducido por su escasa extensión demográfica.
5.- Detectar e impulsar lo emergente, realizando una decidida apuesta por los nuevos creadores, la innovación y las nuevas tecnologías en el campo de la cultura. Apostar por la innovación requiere, también, asumir el valor crítico de la cultura y su derecho a cuestionar los gustos y los comportamientos establecidos.
6.- Desplegar la acción cultural en todo el territorio, otorgando protagonismo y recursos a las actividades culturales locales. Una política local que no se base sólo en el consumo cultural, sino que ponga en marcha espacios de creación y experimentación intelectual y artística en los distintos campos de la actividad cultural, ofreciendo oportunidades tanto a los creadores reconocidos como a los incipientes para que puedan crear y producir sus proyectos y darlos a conocer a través de redes que conecten las distintas realidades locales.
7.- Crear nuevos vínculos hacia el exterior y fortalecer los existentes para el intercambio cultural. Los productos y los conceptos culturales ignoran, cada vez más, las distancias y las diferencias territoriales. En el mundo globalizado, preservar lo propio no puede basarse en actitudes reactivas sino en hacerlo competitivo, comprensible y atractivo para otros. Del intercambio y del contraste, de la participación activa y sin complejos en redes externas de difusión de la cultura, ha de derivarse la mejora en la calidad de nuestra propia producción.
8.- Invertir en cultura, tanto en una red equilibrada de equipamientos que vertebren el territorio, como en el apoyo a los creadores del país. Los recursos económicos que se destinan a la cultura no sólo redundan en la calidad de vida de los ciudadanos y en su identificación con la comunidad en la que viven, sino que impulsan un sector que produce riqueza y empleo. La mayor parte de los creadores culturales desarrolla su trabajo en pequeñas o medianas estructuras de producción y requiere de políticas específicas de apoyo que se asemejen a las que en otros sectores reciben las pymes como respaldo a su nacimiento y consolidación.
9.- Implicar a la iniciativa privada en la promoción de la creación y difusión cultural, en cooperación con las instituciones públicas. La participación de la sociedad civil en la financiación de la cultura es una garantía de libertad e independencia para los creadores frente a los riesgos de una cultura totalmente subsidiada por las instituciones públicas.
10.- Abordar un replanteamiento general de la función social del Grupo EITB. El ente público vasco de radio y televisión debe abandonar el monolitismo ideológico actual para convertirse en una estructura abierta, referente para el desarrollo de la vida democrática, de la cultura, de la creación y de la industria audiovisual. EITB tiene que ajustarse a los requisitos propios de un auténtico servicio público, en términos de independencia, transparencia, defensa del pluralismo, objetividad informativa y dignidad cultural, dando entrada a todo tipo de pensamiento.
Los socialistas nos proponemos fomentar una política cultural de calidad que favorezca una cultura abierta, patrimonio común de toda la sociedad vasca. Una cultura concebida como un viaje esforzado, pero motivador, hacia un territorio abierto de oportunidades donde se tejen y fortalecen lazos de comunidad y cada persona conforma y modifica su identidad, su particular visión del mundo, mediante el diálogo con otras narraciones. Es cultura de paz, que encauza los conflictos y motor de progreso individual y colectivo hacia una sociedad más justa, inclusiva, equilibrada y solidaria.