Socialistas Vascos

Propuestas Políticas

3- Democracia, Libertad, Convivencia

3.1- La Democracia

3.1.2- Tradiciones democráticas

Dos grandes fuentes de legitimación cruzan el sistema democrático: el constitucionalismo y la soberanía popular.

Para el constitucionalismo, lo importante es que el poder esté controlado. Que tenga límites que no pueda superar. Se trata de la negación de cualquier soberanía absoluta. La Constitución es la normativa externa que limita el ejercicio del poder y la fuerza.

Para el constitucionalismo social, lo importante es la defensa de los derechos sociales y colectivos. Y para conseguirlo propugna la intervención de los estados en la economía con el fin de alcanzar justicia social y definir los derechos y deberes de la ciudadanía. Es la base del concepto político de Estado de Bienestar.

El constitucionalismo hace dos afirmaciones fundamentales. Por una parte, que el poder no debe depender de la voluntad del gobernante sino que debe estar sujeto a la norma constitucional. Y, en segundo lugar, que existen espacios y ámbitos el los que ningún poder puede actuar, en tanto en cuanto corresponden a la esfera privada del individuo. Es en esos donde surge la libertad del individuo, todo aquello que el resto, por muchos que sean, no pueden decidir por él.

El fundamento de la segunda gran tradición democrática, es que la titularidad del poder corresponde al pueblo soberano. El poder legítimo es aquél que representa la voluntad popular.

Lo que está poniendo en riesgo la eliminación del constitucionalismo social, fuente y desarrollo de derechos y deberes ciudadanos, fuente de justicia social a través de la intervención del Estado y fuente de control y fuerza de los gobiernos frente a los poderes económicos, es el sistema democrático en sí mismo.

Las democracias actuales aceptan de forma simultánea las dos fuentes de legitimación, la constitucional y la de la soberanía popular, aunque ambas de manera limitada. Al constitucionalismo, la tradición democrática le impone la representación popular y, a ésta, el constitucionalismo le impone límites a la soberanía de un poder total. Por eso hablar de democracia es hablar de equilibrio y complejidad.

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