Esta nueva estructuración social queda muy lejos de las imágenes características de las distintas formas de sociedad de clases medias que maneja la población española.

De esta manera, la precariedad afecta a la, antes segura de sí misma y de su futuro, clase media en dos direcciones: transformando en trabajadores precarios a aquellos trabajadores del conocimiento y la información, destinados a heredar la posición central en el mercado de trabajo que en su momento tuvieron los trabajadores industriales; y desestabilizando a los anteriormente estables trabajadores industriales.

Esta nueva transformación de la sociedad actual se concreta en la presencia cada vez más insistente de “individuos en situación de flotación en la estructura social”. Individuos desafiliados, inempleables, acosados por el “fantasma de la inutilidad” como consecuencia del derrumbe contemporáneo de la condición salarial.

Todas estas personas, cifradas en hasta el 25% de la población adulta en algunos países, comparten una misma existencia de ciudadanía demediada realizando trabajos inseguros que no permiten construir ni una identidad ni una carrera ni un proyecto de vida.

En todo caso, parece claro que las clases medias, como base de las políticas de las últimas décadas en las que se ha construido el Estado de Bienestar, están fragmentándose dramáticamente. Y que su fundado temor a un retroceso en las posiciones de movilidad social es algo que los socialistas debemos dar respuesta.

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